En la vida de la Iglesia en España la reparación ha alcanzado la naturaleza de cuestión. Me atrevo a decir que ha alcanzado la naturaleza de cuestión social, en tanto que afecta a la vida interna de la Iglesia y a sus relaciones con la sociedad civil. Cuestión social es el término que el catolicismo social acuñó para nombrar un problema de naturaleza social y político derivado de la Revolución Industrial. El término se ha entendido, la mayor parte de las veces, como un problema de naturaleza esencialmente económica. Sin embargo, ya lo explicó Rerum novarum, la cuestión social se refería, y se refiere, a la integridad de la vida humana y al bien común de las sociedades. De hecho, el reformismo social católico no pensó solo en respuestas técnicas a la cuestión social, sino en razones morales desde las que abordar técnicamente los problemas sociopolíticos y económicos. Se trataba de dar respuesta a un paradigma liberal que pensaba el orden de las relaciones sociales, económicas y políticas en términos de principios desgajados de la moral, y no en términos de necesidades humanas. Este tema exige una reflexión mucho más profunda que la que permiten estas líneas, pero es interesante pensar desde esta perspectiva a la hora de afrontar un problema de la Iglesia católica universal, y de la Iglesia española en particular, como es el de la respuesta integral a las víctimas de abuso sexual intraeclesial. La DSI se ha entendido como una respuesta a las injusticias del mundo, pero en realidad es primariamente una respuesta teológica que brota del encuentro entre el Evangelio y las concretas realidades humanas. Se trata de un imperativo de amor y justicia que debe golpear la conciencia de nuestra Iglesia, también ad intra. Decía Benedicto XVI que la Iglesia es parte de la familia de Dios en el mundo y que no podemos ser indiferentes a la suerte de quienes la componen. En esta Iglesia han sucedido hechos terroríficos que han arrancado del alma de muchos el sentido de sus vidas. Reparar el daño causado es reconocer, también, que los abusos infligidos coartan el sueño de Dios. ¿No es eso lo que la Iglesia identifica como vocación? Asumamos que dentro de nuestra Iglesia se cometen injusticias y que lo que la DSI enseña no solo vale para el amplio mundo que habitamos, sino para la Iglesia de la que somos hijos. Hagamos justicia a las víctimas. Eso, y no otra cosa, es reparar.