Hay muchas perspectivas y formas distintas de mirar la vida, el pueblo, a la gente; hasta la manera de ser cura en un pueblo o en el lugar donde te encuentres. Hay personas que miran la vida como si de una novela de televisión se tratase; otros que solo se fijan en el maquillaje, el pelo o la figura. Hay quienes siempre ven lo negro de la situación, de las personas (que difícil resulta convivir y avanzar con ellos)… Digo esto porque el otro día Saúl, un joven de estos pueblos, me mostró lo bonito que es mirar la vida, el pueblo y al vecino con una sonrisa. Algo que Jesús sabía hacer; miraba con ternura la realidad.
Todos creo que hemos experimentado lo bonito que es que te saluden con un gesto de cariño, que te miren con una sonrisa, y que se sienten a tu lado sin prisa y te pregunten: «¿Cómo vas? ¡Qué alegría verte!». Y que poco a poco vayamos desgranando trozos de vida en un diálogo sereno.
Esto me ayuda a valorar lo pequeño. Descubro que mi vida se construye de pequeños encuentros, gestos sencillos… lugares poco televisivos o espectaculares. En el discurrir sereno de pueblos olvidados y gentes sencillas, ellos me han dado todo lo que soy.
Y voy a decir más: cada vez me creo menos todo eso que tiene mucho de espectáculo y de masas. Esas cosas que sirven más para contar y llamar la atención que para dar sentido y hondura a la vida, y yo diría que también a la fe. No creo acertado construir un pueblo y una vida pensando en el espectáculo, la apariencia, y olvidarnos de lo que da sentido y fundamento.
Saúl y otras gentes sencillas me han enseñado que muchas cosas de la vida son agujeros por los que se ve la eternidad, son rendijas que nos dejan entrever el brillo de la cara de Dios. Pero para aprender a mirar así nos tienen que acompañar, y tenemos que cuidar ambientes de sencillez de vida y de encuentro. Necesitamos ayuda, consuelo, escucha y apoyo de una buena compañía, capaz de estar al lado sin suprimir etapas que, inevitablemente, hemos de transitar. Y más en los momentos difíciles que estamos pasando. Estas cosas pequeñas, ¿no serán espacios donde afloran signos de lo nuevo?