Rémi Brague: «La cultura de la cancelación se remonta a Descartes y a la Revolución Francesa»
El intelectual francés participa en el Congreso Católicos y Vida Pública analizando los orígenes de las conductas más intolerantes de la época contemporánea
«Estamos en la última fase de un proceso que empezó en la antesala de los tiempos modernos. No estamos viendo sino la espuma de una ola mucho más grande». Rémi Brague, profesor emérito de Filosofía Medieval de la Universidad de la Sorbona (París) y de Historia del Cristianismo Europeo en la Universidad de Múnich, ha puesto en contexto histórico y filosófico la llamada «cultura de la cancelación», objeto de su conferencia este sábado dentro del 23 Congreso Católicos y Vida Pública, celebrado en la Universidad CEU San Pablo (Madrid) bajo el lema Corrección política: libertades en peligro.
En su conferencia, titulada ¿La cultura de la cancelación o la cancelación de la cultura?, Brague ha señalado los orígenes de este fenómeno. «La idea de hacer tábula rasa se remonta al siglo XVII, con René Descartes, quien planteó desprenderse de los prejuicios de su infancia para construir un nuevo edificio de conocimiento cimentado en un terreno completamente nuevo», ha explicado.
A continuación, el intelectual francés se ha referido a lo sucedido en su país a finales del siglo XVIII: «Para los partidarios de la Ilustración radical, el concepto de ”prejuicios” pasó a ser la palabra clave para todo aquello que era tradicional y debía ser sustituido, especialmente la religión organizada y, en concreto, el cristianismo. La Revolución Francesa trajo consigo la versión política de este empeño al dar lugar a la creación de nuevas instituciones que sustituirían a cuanto se había heredado del pasado». Brague ha puesto los ejemplos del nuevo calendario creado en el período revolucionario, que desechaba la semana culminada en el domingo, así como los intentos de crear «nuevas religiones desde cero». No obstante, aunque estos proyectos fracasaron, Brague ha admitido que la Revolución «también dejó muchos aspectos positivos como, por ejemplo, nuevos principios de Derecho como el Código Civil francés, o el sistema métrico».
El filósofo ha subrayado la necesidad de «mostrar una cierta prudencia» a la hora de analizar la cultura y las instituciones heredadas del pasado: «Destruir lo que nos precede es una práctica antigua. En líneas generales, siempre es más fácil destruir que crear algo de la nada. Necesitamos nueve meses para concebir a un ser humano y más tiempo aún para equiparlo con una vida independiente y las herramientas intelectuales que le permitan desarrollar una carrera y aportar su granito de arena al bienestar del país. Por el contrario, todo lo que ha llevado tiempo preservar puede quedar destruido en un abrir y cerrar de ojos. Cuando tocamos lo que las generaciones anteriores han construido, deberíamos hacerlo con manos temblorosas».