Religiosas confinadas con personas con discapacidad intelectual: «Aquí hay hilo directo con Dios»
Las cuatro religiosas de la Congregación de las Hijas de Santa María de la Providencia que dirigen la Casa Santa Teresa se encargan de atender 24 horas a día y siete días a las semana a los ocho residentes que se han quedado tras el Estado de alarma
El domingo 26 de abril llegó al correo electrónico de Alfa y Omega un mensaje muy especial. Al otro lado, sor Luisa María López, religiosa de la Congregación de las Hijas de Santa María de la Providencia, fundadas por el sacerdote italiano san Luis Guanella (1842-1915), contemporáneo, entre otros, de Don Bosco y Don Orione. Nos escribe para contarnos que ella y otras tres religiosas, cada una de un país diferente (Italia, Brasil, Rumanía), viven en la Casa Santa Teresa, en Madrid, donde atienden a 34 personas con discapacidad intelectual a través de un centro ocupacional y de una residencia, que ellas denominan casas-familia porque son tres chalet separados para fomentar la autonomía, la atención personalizada y el espíritu de familia. Ahora, el centro ocupacional está cerrado por el Estado de alarma, pero la residencia sigue funcionando, aunque solo se han quedado ocho personas de un total de 16; el resto se ha ido con sus familias.
Con esas ocho personas —siete mujeres y un hombre— siguen las religiosas al pie del cañón, porque para salvaguardar la salud de todos ellos decidieron que los empleados y profesionales que trabajan allí se quedaran en casa. Ellas se ocuparían de todo. 24 horas al día, siete días a la semana. Es su carisma y vocación. Así, en estos días de confinamiento, además de vivir con los residentes, como hacen habitualmente, se encargan también de realizar las distintas actividades programadas para cada una de ellas, siempre en coordinación con los profesionales. Y comparten la fe.
«Más de 40 días ejerciendo nuestra vocación de consagradas y compartiendo la vida y la fe con personas especialmente especiales. Estamos confinadas con estas personas que tienen hilo directo con la trascendencia, con Dios; personas ricas en humanidad que nos ayudan a crecer en dimensiones insospechadas apuntando a lo esencial y transmitiendo cariño a raudales», nos escribía sor Luisa María en un mensaje en el que, además, nos dejaba su teléfono.
Un Corpus Christi diario
Así que llamamos y al otro lado apareció una voz alegre y llena de vida. En la conversación, sor Luisa María nos cuenta la experiencia de oración tan intensa que han vivido estos días con las personas que allí residen. De hecho, todas las tardes, tras el rezo de las Vísperas, realizan una procesión con el Santísimo por el patio y el jardín, un Corpus Christi diario en el que piden «la bendición del Señor para todos: para el centro, para las familias, el personal del centro, voluntarios, benefactores y para todo el barrio». Una religiosa porta el Santísimo y el resto de la casa, detrás, le sigue cantando en una «disarmonía armónica», como dice Sor Luisa María. Tanto la procesión como la oración de la tarde, en las que participan religiosas y residentes, se pueden seguir a través de los perfiles de Facebook e Instagram de la Casa Santa Teresa a partir de las 18:00 horas.
«Son intercesores maravillosos [los residentes], porque tienen hilo directo y viven permanentemente conectados con Dios, sin necesidad de whasapp. Nosotras somos unas privilegiadas, porque cada vez que tocamos el cuerpo de los pobres y en nuestro caso de las personas con discapacidad, estamos tocando el cuerpo de Cristo», explica sor Luisa María.
De hecho, por su experiencia de más de 30 años de trabajo con estas personas, puede afirmar que «rezuman espiritualidad» y que «tienen una conexión con la trascendencia mucho mayor que el resto de los mortales». «Tienen menos cortapisas, llegan a la esencialidad con más rapidez. Y el Señor los bendice. Qué participación, qué peticiones, qué actitud de reverencia…», añade.
Sor Luisa María nos habla de ellos como «profetas sin voz», pues la sociedad los envía al margen porque no quiere verlos, pues «mirar a una persona con discapacidad es un espejo que muestra nuestra propia debilidad, y no nos gusta ser débiles». Pero son «profetas de ese mundo que Dios ha soñado para todos, donde todos seamos hermanos».
Estos días, reconoce la religiosa, son los que mejor se están adaptando a las nuevas circunstancias: «Tiene necesidades muy básicas: sobre todo el cariño, el alimento y también una actividad que los reconforte, les dé serenidad y les haga sentirse útiles».
Tocar la providencia
Además, en todo este tiempo no les ha faltado de nada. Ha podido experimentar que Dios provee. Como buenas hijas de Santa María de la Providencia. «La hemos podido tocar con la mano. Han sido muchos los que nos han traído mascarillas, nos han preguntado si necesitábamos alimentos o se ofrecían para hacernos la compra. Y no lo hacen porque seamos majas, que también, sino porque las personas con discapacidad, los pobres, son sacramento de Dios y activan la solidaridad», añade sor Luisa María.
De vuelta al correo electrónico de aquel 26 de abril, sor Luisa reconocía que, aunque aisladas, no se sentían solas. Una bonita conclusión, también para este pequeña pieza: «Estamos confinadas, pero nos sentimos fuertemente unidas a la Iglesia, a los que sufren, a los pobres que nos educan, al personal y voluntarios, a las familias, a los colaboradores y amigos, a tantos que se encomiendan a nuestras oraciones y nos permiten ejercer nuestra tarea más importante que es rezar. Confinadas pero no encerradas porque el amor no conoce muros y atraviesa como nadie las puertas cerradas por decreto de nuestras casas».