Religión, identidad y cambios
Las religiones monoteístas deberían contribuir al encuentro, en lugar de ponerse al servicio de particularismos y de fundamentalismos que, lejos de demostrar un choque de culturas, demuestran, antes que nada, un choque de ignorancias
La paradoja del mundo actual es que la globalización, cada vez más fuerte, va acompañada de un aumento de particularismos, el rechazo del otro y la afirmación de identidades, a veces mortales. Tenemos por un lado una progresiva homogeneización del mundo gracias, especialmente, a las tecnologías de la información, y por otro, un proceso de estallido, de balcanización no solo territorial sino también cultural. Europa, que pensaba que había hecho grandes progresos desde la tragedia de la Segunda Guerra Mundial con la aplicación de diversos tratados favoreciendo la moneda única, la libre circulación de personas y bienes, está creando de nuevo fronteras físicas o administrativas (cuestionando el tratado de Schengen), hacia el interior y hacia el exterior. La crisis migratoria masiva que vive Europa está llevándole al abandono de sus valores fundacionales. En su desesperación, Europa se pone en manos de un país con un régimen cada vez más autoritario, Turquía, para gestionar la afluencia de inmigrantes en sus fronteras.
Dando la espalda a los valores que la fundaron, de solidaridad, diálogo intercultural, etc., la actual globalización ha dado prioridad al homo economicus, reducido a un ser consumista y al mismo tiempo indiferente al ser humano, a sus culturas y a sus valores. Poco a poco, el consumismo se ha convertido en el valor de referencia y lo religioso ha sido abandonado: primero de la esfera pública (la religión se convierte en un asunto privado) y después de la esfera privada (la religión se convierte en símbolo de atraso, de superstición). En países anteriormente muy marcados por el cristianismo como España, Francia u Holanda, ahora se sospecha de la religión. Los estados quieren delimitar cada vez más la expresión social en nombre de la laicidad y el respeto al pluralismo. Este rechazo de lo religioso ha contribuido fuertemente a lo que los filósofos contemporáneos han llamado desencanto del mundo.
Una época de fundamentalismos
Uno puede preguntarse si el retorno a veces agresivo de identidades específicas (regionalismo, tribalismo, etc.) no está relacionado con el vacío de una dimensión constitutiva del ser humano que quiere saber cuál es el sentido de su vida. Las sociedades occidentales están saciadas, pero a menudo desencantadas. Lo religioso, que está volviendo de manera militante y a veces agresiva, denuncia la ausencia de sentido que marca las sociedades consumistas. Hoy se habla de fundamentalismo musulmán, pero también hay un fundamentalismo hindú, un fundamentalismo budista, un fundamentalismo judío, un fundamentalismo cristiano. Tienen en común el rechazo del otro y la capacidad para justificar este rechazo y la violencia con argumentos religiosos: la verdadera religión, el pueblo elegido, etc. Antes de luchar contra ellos, es importante comprender por qué han aparecido.
La crisis migratoria a la que se enfrenta hoy Europa puede llevarla a hacerse esta pregunta: ¿Puede haber una sociedad sana si no se fundamenta en valores humanistas, si no hay sitio para el otro? ¿No nos arriesgamos a encerrarnos peligrosa y mortalmente si no dejamos espacio para un cambio? Sin duda Europa debe gestionar los flujos migratorios, pero un cierre absoluto, además de ilusorio, la podría llevar a derivas políticas que ya están empezando a imponerse, con el ascenso del populismo y de movimientos de extrema derecha…
La urgencia es recuperar el gusto por el otro, el gusto por lo intercultural, crear espacios de encuentro y de amistad. La amistad permite afrontar nuestras diferencias, nuestros desacuerdos, tratando de sanar las heridas del pasado juntos. La amistad lleva poco a poco al gusto por el otro.
El teólogo protestante croata Miroslav Volf escribió: «Al abrazar, abro los brazos para crear un espacio en mí… pero para el otro. Los brazos abiertos demuestran no solo que no quiero estar aislado sino que invito al otro a venir, a sentirse como en su casa, en la mía. En un encuentro mutuo nadie permanece intacto, porque cada uno enriquece al otro y al mismo tiempo los dos siguen siendo ellos mismos».
Las religiones monoteístas, portadoras de fuertes valores, deberían contribuir al encuentro, en lugar de ponerse al servicio de particularismos y de fundamentalismos que, lejos de demostrar un choque de culturas, demuestran, antes que nada, un choque de ignorancias. Podemos hacerlo mejor para servir a nuestros contemporáneos.
Jean Jacques Pérennès, OP
Director de la Escuela Bíblica de Jerusalén
Traducción: Rocío Allende
¿Qué papel juegan las grandes religiones monoteístas en el mundo actual? A esta pregunta tratará de responder el simposio organizado en por las Fraternidades Laicales Dominicas de España el 14 de junio en Madrid, en la Fundación Gómez Pardo (calle de Alenza, 1). A partir de las 11 horas, debatirán sobre este asunto el dominico Jean Jacques Pérennès, el presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España, Riay Tatary, y el anterior rabino jefe de Madrid, Baruj Garzón. El miércoles 15 de junio, Pérennès impartirá una conferencia con el título Los musulmanes entre nosotros: el desafío de la alteridad, a las 19 horas, en el salón de actos del colegio Virgen de Atocha.