Refugiarse en la presencia de Dios
Lunes de la Octava de Navidad / Mateo 10, 17-22
Evangelio: Mateo 10, 17-22
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«¡Cuidado con la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».
Comentario
¿Cuál podía ser la defensa de Esteban? «No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros». La defensa de Esteban solo podía ser Dios mismo. Por eso dirá antes de su martirio: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». Ver a Dios, ver el cielo abierto y reconocer a Cristo allí presente es tener el Espíritu. El Espíritu nos pone en comunión con Dios, y nos permite penetrar las profundidades del cielo. Y ver a Dios.
Esa es la mejor defensa. Refugiarse en la presencia de Dios. Porque si vemos a Dios y estamos con él, nada puede dañarnos. Con Dios el daño es salvación y la muerte es resurrección. Por eso, de esa visión provienen las palabras del Espíritu, que defienden porque abren a los demás a la Verdad: «Así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles». Porque develan la verdad de Dios sobre esos hombres, permitiéndoles que puedan reconocerle también: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
La mejor defensa es la visión de Dios, por la seguridad que significa para el mártir Esteban, pero también por la verdad que ofrece a los que le matan: el perdón. El perdón es la verdad que desvela la existencia del mártir; es lo que este testimonia. Con su muerte da fe a una vida por encima de la muerte, a una vida capaz de superar el efecto mortal del pecado. Revela el perdón.