Recordando el Holodomor - Alfa y Omega

Recordando el Holodomor

A los campesinos ucranianos se los exterminó mediante el hambre. He aquí el Holodomor: la hambruna causada por el régimen comunista de la URSS entre 1932 y 1933 para doblegar la resistencia de los ucranianos a la política dictada por los comunistas

Ricardo Ruiz de la Serna

Ucrania, invierno de 1932. La Unión Soviética trata de imponer la colectivización en Ucrania. Ucrania es rica en trigo, en sal, en metales y en carbón. Los revolucionarios comunistas imponen cuotas de producción imposibles de cumplir.

En este pueblo ya no queda nada que comer. Los carros que transportan cadáveres cargan también a algunos agonizantes que no vivirán más que unas horas. Muchos yacen tirados por las calles después de semanas sin ingerir alimentos. No se puede ir a las ciudades. Las tropas de la policía política –el siniestro Directorio Político del Estado– controlan los caminos y patrullan los campos. Las órdenes son claras: ningún campesino ucraniano puede emigrar a la ciudad, debe requisarse el trigo según las cuotas de producción exigidas a Ucrania por las autoridades soviéticas –siete millones de toneladas por año– y el castigo por guardar grano para comer es la muerte. La ley de agosto de 1932 y la circular de enero de 1933, firmada por Stalin y Molotov, han asestado el golpe final a los campesinos ucranianos: se ordena a las autoridades locales impedir «por todos los medios las marchas masivas de campesinos de Ucrania y el Cáucaso del Norte hacia las ciudades. Después del arresto de los elementos contrarrevolucionarios, los demás serán reconducidos a su lugar de residencia».

Así, la resistencia a la colectivización impuesta desde Moscú por los bolcheviques no fue derrotada ni por combates en campo abierto ni según las leyes de la guerra.

A los campesinos ucranianos se los exterminó mediante el hambre.

He aquí el Holodomor: la hambruna causada por el régimen comunista de la URSS entre 1932 y 1933 para doblegar la resistencia de los ucranianos a la política dictada por los comunistas. Vasili Grossman, el gran escritor soviético autor de Vida y destino, lo vio con sus propios ojos: «Sobre el pueblo flotaba un gemido suave y lánguido; los niños, verdaderos esqueletos vivientes, se arrastraban por la tierra y emitían un gemido apenas perceptible; los hombres, con los pies hinchados, vagaban por los patios, exhaustos por el hambre, sin apenas fuerzas para respirar. Las mujeres buscaban algo para comer, pero todo se había acabado: ortigas, bellotas, hojas de tilo, pieles de ovejas sin curtir, huesos viejos, pezuñas, cuernos… Y los individuos llegados de la ciudad iban de casa en casa, sorteando a muertos y moribundos, buscando en los sótanos; cavaban agujeros en los graneros; aguijoneaban el suelo con varillas de hierro buscando el grano que habían ocultado los kulaks».

El cuarto sábado del mes de noviembre de cada año es el día de conmemoración de este crimen ante el cual uno sólo puede terminar sumido en el silencio. Después del llanto, del grito y la palabra, sólo queda la oración callada de quien ve el horror en carne viva. En Ucrania y en las comunidades ucranianas de la diáspora se celebran manifestaciones de luto y recuerdo. Se elevan oraciones y se leen los testimonios de quienes asistieron a la crucifixión de un pueblo.

La historia también puede ser, de algún modo un calvario y uno sólo la puede contemplar abrazado a la Cruz como se aferra un náufrago a una tabla. En aquellos años, el pueblo ucraniano fue clavado al tormento del hambre. So pretexto de liberar a la humanidad, los comunistas exterminaron a un pueblo. El camino a la pretendida liberación política que el marxismo anuncia está jalonado de cadáveres. Benedicto XVI escribió en su “Introducción al cristianismo” que «esta primacía de la praxis y de la política significaba, ante todo, que a Dios hay que considerarlo como algo nada «práctico». La «realidad», de la que había ahora que ocuparse, era exclusivamente la realidad material de los hechos históricos, a la cual habría que analizar y transformar hacia las metas correctas con los medios adecuados para ello, entre los que ineludiblemente está la violencia».

El 25 de noviembre del año pasado, después del rezo del Ángelus, el Papa Francisco tuvo palabras de consuelo y esperanza para los ucranianos que recordaban, como todos los años, la tragedia: «Ayer Ucrania conmemoró el aniversario del Holodomor, la terrible hambruna provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas. La imagen es dolorosa. Que la herida del pasado sea un llamamiento para todos para que tales tragedias no se repitan nunca más. Oremos por este querido país y por la paz tan deseada».

Elevemos, pues, en este día de luto y memoria, una oración por Ucrania.