Reciclaje contra la cultura del descarte
Recumadrid es una empresa de inserción social que recupera y vende objetos de segunda mano para devolver la dignidad a las víctimas de la crisis
Inspirada por la encíclica Laudato si, Recumadrid apuesta por las personas descartadas a través del reciclaje y la venta de productos de segunda mano –ropa, libros, juegos infantiles, muebles, menaje del hogar o decoración–. Desde una tienda en la avenida Espinela de Villaverde, esta cooperativa de iniciativa social pone a la venta los enseres recogidos por toda la Comunidad de Madrid.
En la actualidad cuenta con seis trabajadores, que llegan derivados de Servicios Sociales. Igual que los bienes usados que venden, también ellos tienen derecho a una nueva oportunidad. «Es una pena que muchos recursos acaben en un vertedero cuando se les puede dar una segunda vida. Nosotros queremos cerrar el círculo recuperando a las personas, que son los beneficiarios finales del proyecto», señala Cristina Salvador, cooperativista de Recumadrid.
Recumadrid no aspira a más que restaurar y vender un mueble o un objeto de segunda mano. «En nuestra forma de trabajar lo más importante es la relación con los trabajadores, porque ponemos en el centro a la persona», señala Salvador. De eso se encarga Luis, el instructor del proyecto, quien acompaña a los usuarios en su día a día recogiendo las donaciones de los vecinos para venderlas en la tienda. «Tienen confianza conmigo porque estoy todo el día con ellos y el roce hace el cariño», bromea.
Gracias a esa complicidad, Luis ha construido una relación de amistad con sus compañeros y les ayuda a recuperar los hábitos que perdieron mientras soportaban los años más duros de la crisis. La puntualidad, la higiene personal, la profesionalidad… son algunas de las habilidades que Recumadrid intenta cultivar en las personas que pasan por esta empresa no lucrativa. Algo que, según José, usuario del proyecto, le ha servido para escapar de una espiral autodestructiva. «Si no fuera por esta empresa estaría en casa, dando vueltas por la calle o bebiendo», sentencia. Entusiasmado por el cambio que ha experimentado desde que se embarcó en esta iniciativa, José cree que muchas otras empresas deberían seguir su ejemplo: «Es una pena que en el siglo XXI gente joven como nosotros esté en la calle».
Máximo, tres años
De este tema sabe mucho Javi, quien lleva en exclusión social casi cinco años. Llegó a la empresa derivado del albergue para personas sin hogar de San Martín de Porres. «Ahora, gracias a este trabajo, puedo alquilar una habitación y comer, pero con mi situación es muy difícil salir de la miseria», se lamenta. No obstante, Javi lucha por convertirse en la mejor versión de sí mismo. Cada día, junto a Luis y José, recoge los muebles de los que se quieren deshacer los vecinos, los restaura y trata de adquirir los mejores hábitos posibles. Esta última tarea es fundamental, pues el día que termine su experiencia en Recumadrid tendrá que enfrentarse a la hostilidad del mercado laboral.
«Las empresas de inserción somos un trampolín y los trabajadores pueden estar con nosotros como máximo tres años», explica Cristina. «Es el tiempo que necesita una persona para volver a coger un ritmo de trabajo, rutinas y terminar el proceso de inserción sociolaboral», añade. Durante ese periodo, la responsable acompaña a los beneficiarios, los ayuda a mejorar su currículo, buscan juntos un objetivo laboral y refuerzan sus redes familiares y de amigos.
Sara acaba de comenzar este proceso. Apenas lleva dos semanas en Recumadrid y ya conoce el precio de casi todos los artículos de la tienda. Trabaja como dependienta, algo para lo que tiene experiencia de sobra. «Normalmente he trabajado de cara al púbico, en agencias de viajes, en tiendas o en aeropuertos… Cuando empiezas algo nuevo está relacionado con tu campo te da algo más de confianza», comenta.
Red vecinal y parroquial
Mientras esa confianza vuelve poco a poco a los usuarios de Recumadrid, los vecinos de Villaverde tejen con ellos nuevas amistades. «Nos pasa algo muy curioso. Esto no es solo una tienda de segunda mano, es un punto de encuentro en el barrio. Siempre tenemos café, leche y azúcar y hay gente que viene todos los días a hablar porque está muy sola», confiesa Salvador.
En esta red de apoyo no faltan las parroquias de la zona, que colaboran con Recumadrid recogiendo ropa y dando a conocer la iniciativa entre sus feligreses. Como explica Cristina: «En la iglesia de Santa Bibiana tenemos una jaula de recogida de ropa permanente y hay otras cinco parroquias que, cada vez que tienen, nos llaman». La implicación de los fieles es fundamental para la empresa porque, aunque esta es autosuficiente y no recibe ninguna subvención, consigue a través de las parroquias muchos de los productos que acaban en la tienda. Por ese motivo, la cooperativa tiene planes de expansión por todo el territorio y espera que más parroquias se sumen a su idea.