R. D. del Congo: «Es una vergüenza que se apoye al nuevo presidente por intereses económicos»
El padre Clément Makiobo, secretario general de Justicia y Paz en la República Democrática del Congo, insiste en declaraciones a Alfa y Omega sobre la ilegitimidad de la toma de posesión del nuevo presidente, Félix Tshisekedi. La Conferencia Episcopal mandó solo un representante de bajo nivel a su toma de posesión, aunque los obispos de su región sí lo reconocen y apoyan
«Está claro que las elecciones las ganó el señor Martin Fayulu». El sacerdote Clément Makiobo, secretario general de Justicia y Paz en la República Democrática del Congo, ya no esconde unos datos que se han convertido en vox populi. Durante las primeras semanas después de las elecciones del 30 de diciembre, la Misión de Observación Electoral puesta en marcha por Justicia y Paz y la Conferencia Episcopal del país (CENCO) se limitó a denunciar que los resultados oficiales —que daban la victoria al opositor Félix Tshisekedi—no concordaban con los datos recopilados por ellos.
Pronto hubo filtraciones diplomáticas que aseguraban que según los obispos el ganador era Fayulu. El 23 de enero, el diario La libre Afrique dio a conocer además los datos exactos: según los datos recogidos por 40.000 observadores en todos los colegios electorales por la Misión, transmitidos por 400 agentes y escrutados por una docena de analistas, Fayulu obtuvo el 62,11 % de los votos, muy por encima del 16,93 % de Félix Tshisekedi y del 16,88 % del oficialista Emmanuel Ramazani Shadary.
La Misión de Observación Electoral (MOE), sin embargo, no tiene previsto tomar ningún tipo de medidas; o al menos no habla de ello públicamente. «Nuestro papel —subraya el padre Makiobo— no es proclamar los resultados. Queremos respetar la ley electoral».
La Iglesia sigue defendiendo, por tanto, que la toma de posesión de Tshisekedi el 25 de enero fue ilegítima; aunque no ha cortado del todo los puentes. Si bien no hubo ningún obispo presente en la ceremonia, en teoría por problemas de agenda, sí asistió el padre Georges Kalenga, segundo adjunto al secretario general de la CENCO.
Ataques contra los observadores
La situación en el país dista mucho de estar normalizada. Después de las elecciones, el acceso a internet y los servicios de mensajería telefónica sufrieron cortes. «A pesar de la frustración de millones de congoleños que votaron por Fayulu, de momento la población se ha abstenido de recurrir a la violencia», más allá de algunos casos aislados, reconoce Makiobo.
Sí ha sufrido intentos de intimidación la Iglesia. «La MOE ha sido blanco de los ataques de la mayoría gobernante (los partidarios de Kabila, N. d. R.), de la Comisión Electoral Nacional y de la familia política del ganador proclamado». El acoso llegó hasta tal punto que Justicia y Paz se tomó «unos días de descanso» y cerró temporalmente sus oficinas.
Una cuestión que preocupa a los obispos es «el resurgimiento de conflictos intercomunitarios con graves consecuencias humanitarias». Puede ocurrir si las regiones o grupos étnicos a los que pertenecían los distintos candidatos empiezan a identificarse con su causa y a promover la sospecha y el resentimiento hacia los demás, agravando varios conflictos locales ya existentes en todo el país.
Esta división podría estar llegando ya, incluso al seno de la propia Iglesia. Por ejemplo, varios obispos de la región de Kasai, de donde es Tshisekedi, se han distanciado de la postura de la Conferencia Episcopal y le han mostrado su apoyo y adhesión.
El papel de la comunidad internacional
El padre Makiobo espera que «los socios internacionales de la RDC ayuden al país a recuperar la estabilidad y la legitimidad». Pero no se atreve a apostar demasiado por ello, ante la decisión de países como Francia, Bélgica o Estados Unidos de tomar nota del cambio de Gobierno, aunque en los primeros días manifestaran sus sospechas de fraude electoral. «Por realismo político, han prometido trabajar con el nuevo presidente, a pesar de la duda que persiste sobre los resultados. Los intereses económicos a menudo tienen prioridad sobre las consideraciones éticas; lo cual es una vergüenza».
La Iglesia congoleña tiene una gran tradición de defensa de la democracia. Desde 2003, cuando el país salía de las dos guerras que lo habían asolado el país desde 1996, «los obispos apoyaron la democratización a través de la educación cívica y la observación ciudadana en las elecciones», recuerda Makiobo. Este trabajo lo ha llevado a cabo desde entonces la Comisión de Justicia y Paz.
Cuando la situación se enrareció por los intentos de Joseph Kabila de perpetuarse en el poder, la Iglesia se implicó con fuerza en lograr unas elecciones que permitieran la alternancia democrática. Los movimientos laicales fueron los protagonistas de buenas partes de las manifestaciones y protestas exigiendo a Joseph Kabila que convocara las elecciones que debían haberse celebrado en 2016.
El enorme esfuerzo de formar y movilizar a 40.000 observadores era un paso más en esta apuesta por «garantizar la transparencia de las elecciones y dar confianza al pueblo. Y los obispos continuarán su papel de pastores para acompañar el proceso de consolidación de la democracia y la paz».