Razones, más que votos
Aborto, prácticas eutanásicas, investigación con embriones humanos… son algunas de las cuestiones, cargadas de polémica, con las que, previsiblemente, tendrá que lidiar el Comité de Bioética de España, que, esta semana, ha sido renovado. El hecho de que la mayoría de sus miembros defiendan la dignidad de la vida ha suscitado críticas. Ellos ofrecen diálogo real y libertad, sin renunciar a sus convicciones
Una de las principales funciones del Comité de Bioética de España es asesorar al Gobierno en todo lo relacionado con la intervención humana sobre la vida. Sin embargo, el mismo Gobierno que lo creó, en 2007, con la Ley de Investigación Biomédica, no le consultó ni una sola vez. El Comité ha pasado su primer mandato elaborando informes motu proprio. Esta semana, ha vivido su primera renovación. De sus 12 miembros, tres repiten y nueve se estrenan en el cargo. Entre ellos, está su nueva presidenta, doña Teresa López, directora de la Cátedra Extraordinaria de Políticas de Familia de la Universidad Complutense-Acción Familiar. Por el Comité pasará, probablemente, la reforma de la Ley del Aborto. Profesionales por la Ética ha puesto sobre la mesa, además, otras cuestiones sobre las que se ha legislado en los últimos años y que afectan seriamente a la vida humana: prácticas eutanásicas amparadas por las leyes de muerte digna de Andalucía y Aragón, la investigación con embriones humanos, clonación, venta libre de la píldora del día después.
Con cuestiones así, la polémica está servida. Don César Nombela, nuevo rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, es uno de los tres miembros renovados, y ya tiene experiencia en estos casos: fue el único miembro del Comité que no apoyó al anterior Gobierno sobre el aborto y la objeción de conciencia. Con todo, subraya la «magnífica y cordial relación» con sus compañeros, y cómo su situación le obligaba a esforzarse para transmitir mejor sus argumentos. Su libertad siempre estuvo «perfectamente salvaguardada», y está seguro de que seguirá siendo así para quienes tengan opiniones minoritarias.
La nueva composición del Comité ha suscitado duras críticas, pues una mayoría de sus miembros defienden la dignidad de la vida humana en todas sus etapas. Ha habido incluso quienes –lamenta don César– han tachado a algunos miembros de comisarios morales. Esas voces defienden que uno «tiene que renunciar a sus principios para encontrar puntos en común», pues unas convicciones determinadas son incompatibles con el diálogo. Don César no está de acuerdo: «El ser humano no es algo fragmentado. La percepción y valoración que tenga de la ciencia no es separable de las otras dimensiones de su ser, y de su propia actitud ante la vida» y ante el ser humano, sea ésta la que sea. «Esas cuestiones forman parte de su discurso» bioético.
¿Actitudes irreconciliables?
Al hablar de aborto, eutanasia, investigación con embriones…, «a veces da la sensación» de que las posturas son «irreconciliables y no es posible el diálogo», explica don Nicolás Jouve, catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá y uno de los nuevos miembros del Comité. La bioética –confirma don Vicente Bellver, otro de los recién llegados– «es un área fundamentalmente controvertida», en la que lo primero que hay que aprender es a «dialogar con los demás». Pero él postula un diálogo real, «sin prejuicios, basado en razones y sobre todo en el respeto al interlocutor», cuyos puntos de vista se escuchan, y se critican si es necesario. Así, «es normal que se aproximen posiciones, pero también que haya puntos en los que no se alcance» un acuerdo. Eso «no debe suscitar escándalo ni preocupación, porque el Comité no está para lograr la unanimidad, sino para aportar razones» en cuestiones sobre las que hay que legislar pero que son complejas y tienen muchas implicaciones.
«Los análisis –explica don César– no se valoran en función de los votos, sino de las argumentaciones», y al ser públicos sus informes, «cualquiera puede valorar eso». Para don Nicolás, «hay cuestiones en las que se podrá ceder, y no me negaré a ello», siempre que lo que se proponga «no vaya en contra de mi conciencia y mi conocimiento. Por mi experiencia en genética y biología, mi aportación va a ser siempre desde el conocimiento científico. Es lo que puedo demostrar. Nadie me puede discutir que la vida empieza cuando se constituye el cigoto», en la fecundación.
El modelo de un comité nacional de bioética existe en muchos países de nuestro entorno –como Portugal, Italia o Francia–, como mínimo desde hace 20 años. Además de asesorar al Gobierno, su labor es «reflexionar y contribuir así a incrementar el interés y la implicación de los ciudadanos en las cuestiones bioéticas, y proporcionarles argumentos», explica don Vicente. Esto es importante, porque esos ciudadanos serán luego quienes elijan a los Parlamentos y Gobiernos que legislarán sobre estas cuestiones. Los miembros de los comités en estos países «normalmente son nombrados por el poder político». Curiosamente, España, que ha sido «pionera en el campo de la legislación biomédica, lleva un llamativo retraso» y no ha tenido Comité hasta 2007. El reto, ahora, es consolidarlo. El mecanismo de elección –por el Gobierno y las comunidades autónomas– hace que el riesgo de una cierta politización sea «casi inevitable». Por eso, don Vicente pide a los distintos Gobiernos «un ejercicio de autolimitación, para conseguir que el Comité disfrute de la autonomía necesaria» para cumplir su misión.