Raymond Abdo: «Un caso único de convivencia está en peligro»
El provincial de los carmelitas descalzos en Líbano comparte la situación del país y, concretamente, de la comunidad cristiana
La Iglesia en el Líbano, en toda su variedad confesional, «es la única del mundo oriental con capacidad de proclamar el Evangelio de manera clara». Es el país de Oriente Medio con más cristianos, y también el que goza de mayor libertad religiosa. Como consecuencia, muchos proyectos de evangelización para todo Oriente Medio «tienen su base aquí». Es imprescindible, por tanto, «asegurar la capacidad de los cristianos de permanecer en su país y proteger sus valores» y su libertad. Algo que ahora está «un poco en peligro». Este es el mensaje que el carmelita descalzo Raymond Abdo, provincial en el país, compartirá este jueves durante la presentación de la campaña de Navidad de Ayuda a la Iglesia Necesitada, dedicada a las comunidades cristianas del país de los cedros.
Entre ellas están la catedral maronita de San Jorge y los templos de San Salvador, San José o el de los hermanos del Sagrado Corazón. Todas ellas se encuentran en el barrio de Achrafieh, el más afectado por la explosión del 4 de agosto. El 10 % de los vecinos han dejado de vivir en sus casas.
Además de las iglesias, la campaña de ACN tiene previsto la reparación de muchas instalaciones de propiedad de la Iglesia, como el Hospital del Rosario, cuyo convento de las religiosas quedó totalmente destrozado. También el centro pastoral de la archidiócesis maronita de Beirut, la casa provincial de las Hijas de la Caridad o el convento y catedral de San Luis de los Hermanos Menores Capuchinos. Ayuda a la Iglesia Necesitada también sostiene en el Valle del Bekaa un comedor en la diócesis de Zahle, frontera con Siria en el que 1.000 personas en extrema necesidad reciben un plato de comida caliente al día.
Descenso del número de cristianos
El monje subraya cómo, en los últimos 50 años (desde antes de la guerra civil), la población cristiana ha pasado del 55 % al 33 %. Y, alerta, es probable que siga descendiendo. «Esta semana dos jóvenes que conozco se han ido a Alemania, y sé de muchos que ya están aceptados en otros lugares» y lo harán en cuanto la pandemia lo permita, comparte Abdo. Los cristianos, con buena formación académica, manejo de otros idiomas y una mentalidad más occidental, son más propensos a abandonar el país que los musulmanes. Estos suelen emigrar a países musulmanes del entorno, y suelen volver. No así los cristianos que se asientan en Occidente.
Si la situación del país es difícil, para los no musulmanes lo es aún más. Hay un poco de mala suerte, como el hecho de que «la mayoría de barrios afectados por la explosión del puerto sean cristianos». Pero ya de antes «tenían muchísimos problemas» para acceder a servicios básicos como la educación o la sanidad, que en algunos casos «están dominados por gente que no quiere servirles». El carmelita se confiesa atemorizado por cómo «las corrientes de fanatismo que han surgido desde la guerra de Irak están influyendo en muchos musulmanes de aquí».
Poco ayuda ya una legislación pensada para que todos estén representados, que exige que el presidente sea católico. «El problema está en los que quieren controlar el país con las armas», como el grupo chiita Hizbulá y otros. Bien financiados, se han ido haciendo con la capacidad de decidir qué ocurre en el país según una agenda que poco tiene que ver con los intereses de la gente. «Y los políticos cristianos se sienten obligados a seguir» a estas corrientes, por miedo o porque «tienen sus alianzas». Y no escuchan los continuos llamamientos a la neutralidad del cardenal Bechara Boutros Raï, patriarca maronita y principal autoridad cristiana del país.
«Los pobres, en medio»
Esta maltrecha situación política está directamente relacionada, en su opinión, con la crisis económica. A la generalizada corrupción que desvía a los bolsillos de unos pocos el dinero destinado a los servicios públicos, se suma la salida de muchas inversiones de Estados Unidos y Europa como consecuencia de la creciente influencia del grupo chiita. Al mismo tiempo, este rechaza las reformas que la comunidad internacional exige a cambio de ayuda económica. «En medio de todo esto están los pobres, y nadie escucha su voz».
Por eso, el religioso teme no solo por el futuro de los cristianos en su país, sino por la pérdida de «un caso único» de sociedad, en la que «18 creencias religiosas diferentes han convivido e interactuado durante más de doce siglos» y han formado «un solo pueblo». Siempre ha habido «capacidad de estar en contacto unos con otros, respetarnos y dejar libertad religiosa», de forma que «todos contribuyeran a construir la sociedad». Un ejemplo no solo para la región sino para «todo el mundo», pues esto se ha logrado sin caer en la secularización que afecta a Occidente, sino respetando la presencia pública de la religión. De hecho, muchos musulmanes «que han convivido con nosotros» en los barrios y colegios «nos dicen: “Padre, no podéis dejarnos, tenéis que estar con nosotros porque podéis aportar mucho a la sociedad”».