Rafael Benítez «ha muerto con las botas puestas»
El catequista itinerante del Camino Neocatecumenal ha fallecido en la mañana del 10 de mayo. Quienes lo conocieron aseguran que «no nos quedamos huérfanos sino con una enorme ayuda en el cielo»
El paño morado que tradicionalmente cubre el féretro durante un funeral, en el caso del sepelio del catequista itinerante del Camino Neocatecumenal Rafael Benítez, «lo hemos sustituido por un paño blanco con un Pantocrátor porque la resurrección y la vida es lo que celebramos, la muerte ya está vencida», cuenta a Alfa y Omega su amigo Emilio Jiménez. Está convencido de que, tras el fallecimiento de Rafael Benítez en la mañana de este 10 de mayo, «no nos quedamos huérfanos sino con una enorme ayuda en el cielo, porque el Señor lo ha acogido».
Benítez, que llegó desde Castellón a la parroquia malagueña de San Antonio María Claret en 1984, dedicó la vida, junto a su mujer Paloma Campos, a la evangelización y el sostenimiento de las comunidades del Camino Neocatecumenal en Málaga y Melilla. Incipientes en su momento, ahora estas realidades suman 2.500 fieles organizados en 80 comunidades diferentes distribuidas por diez parroquias.
Según Jímenez, responsable de la primera comunidad del Camino que se creó en la parroquia de Benítez, su celo apostólico «era motivo suficiente para vivir por encima de todas las dificultades». Como el cáncer que acabó con su vida, que sobrellevó «con sentido y fortaleza». «Estuvo batallando hasta última hora y ha muerto con las botas puestas», le reconoce su amigo.
Rafael Benítez y Emilio Jiménez se conocieron hace 40 años. Desde entonces, al segundo le llamó la atención «la fidelidad que tenía al Camino y a la Iglesia». También «la claridad con la que defendía las cosas en las que creía profundamente». «Se notaba que las hacía parte de sí mismo», asegura. Fruto de aquella convicción, cuando Benítez impartía alguna catequesis «la aterrizaba a la realidad del hombre de hoy».
Por ejemplo, cada vez «que el catecúmeno de una comunidad tenía algún problema», Rafael Benítez estaba dispuesto para escucharle «y darle una palabra apuntalada por la fe que él mismo tenía». Sin citar casos concretos, Jiménez apunta que «hubo matrimonios que se han recompuesto porque escucharon esa palabra».
También arrastraba con el ejemplo, pues Benítez «era padre de familia con 19 hijos». Le gustaba contar una anécdota: «Un día había salido de paseo con los cinco o seis más pequeños y unas señoras le preguntaron: “¿Son todos suyos?”». A lo que él les respondió, «¡y los que no están aquí!».
Emilio Jiménez recuerda de su amigo que «tenía muchísima chispa, era un placer escucharle predicar y nunca se hacía pesado». Considera que el modo alegre con que vivía la fe era el ejemplo contrario a la máxima que dice «un cristiano triste es un triste cristiano».
Este viernes a las 17 horas tendrá lugar el velatorio de este catequista itinerante en San Antonio María Claret, «aunque tendremos que limitar la asistencia porque es imposible que todas las comunidades puedan venir», pronostica Jiménez. Durante toda la tarde y la noche sus seres queridos le presentarán sus respetos «intercalando el rezo de vísperas, completas y rosarios». De madrugada se realizará el oficio de lectura y «terminaremos con una Eucaristía a las 10 de la mañana» antes de que el cuerpo de Rafael Benítez sea trasladado a Castellón «para enterrarlo en su tierra».