Quiero chicas nuevas 24 horas
Mabel Lozano acaba de presentar en Madrid Chicas nuevas 24 horas, un documental sobre trata de personas con fines de explotación sexual. Tiene el objetivo de ayudar a las niñas a no ser captadas en los países de origen, y de recordar a los españoles que detrás de la prostitución hay casos de abuso y violencia
Yandy tiene 15 años y es peruana. «Cuando era niña, era feliz. Me gustaba jugar al fútbol y estudiar. Mi papá y mi mamá cultivan maíz, trigo, habas. Yo buscaba trabajo porque quería ayudar a mi familia». Fue a un centro donde ofrecían empleo, y una señora le dijo que necesitaba chicas para un restaurante. Se fueron con ella tres niñas. Acabaron en los prostíbulos del Amazonas, en una zona de extracción minera ilegal donde demandan sexo de menores, porque creen que las mayores les van a contagiar.
Las niñas pagan por ser violadas repetidamente, ya que han contraído una deuda con los captores y tienen que aportar dinero por cama y comida. Siguen estrictas reglas en el local donde están retenidas –a la izquierda, un cartel con las indicaciones–. Si no obedecen, son multadas con cantidades desorbitadas. Jenny, médico forense en el Amazonas, cuenta que muchas chicas llegan hasta ella en estado de coma, tras intentar cortarse las venas o ingerir raticida. Otras llegan heridas, porque las patearon cuando supieron que querían escapar.
«No me gustaba ese trabajo. Quería volver a mi pueblo y con mi mamá. Quería trabajar para ayudar a mi familia». Es Yandy la que habla. Ella logró escapar y llegar hasta la asociación Huarayo, donde Óscar Guadalupe cuenta a la cámara la triste realidad: «La familia no tiene interés en recogerla. Ya saben que está aquí, y no quieren venir».
Sofía tiene 17 años. Es paraguaya, pero vino hasta España para vivir con su tía, que ofreció a su madre sacar a su hija del círculo de pobreza en el que vivían. Su madre tuvo que hipotecar la casa para que su hija viajara. «Vine con mi prima, que era mayor de edad». Su tía las tuvo seis meses durmiendo en el sótano. «Era menor cuando llegué. A mi prima, mayor de edad, la obligaron a ejercer prostitución. Una noche llegó sangrando y llorando, contándome que se había acostado con 40 hombres. Que la pegaron». Cuando Sofía cumpliera los 18, sus tíos la iban a prostituir para ganar dinero con ella. Si no lo hacía, la echarían a la calle en un país desconocido y sin dinero. Su prima se escapó una noche, y contó lo que estaba ocurriendo en aquel sótano. Sus tíos lo negaron todo. Solo en 2014 se detectaron en la Unión Europea 30.000 casos como los de Yandy y Sofía.
Mabel Lozano conoció hace diez años a las religiosas Adoratrices y el Proyecto Esperanza. Una de las chicas rescatadas le contó su caso y desde entonces «visibilizar que existe esclavitud aquí, a la vuelta de la esquina, y que detrás de la prostitución hay muchos casos de abuso y violencia, se convirtió en una prioridad en mi vida», cuenta la directora. Ya ha rodado cinco cortometrajes sobre la trata de personas con fines de explotación sexual y ha dirigido tres campañas internacionales para sensibilizar sobre este tema. «El primero, Voces contra la trata de mujeres, fue pionero en nuestro país», explica. «Pasó sin pena ni gloria, porque nadie era consciente de que en el siglo XXI sigue existiendo la esclavitud». Ahora, diez años después, Mabel se reconoce «gratamente sorprendida por la acogida de Chicas nuevas 24 horas. Hay lleno absoluto en las sesiones, y eso llama la atención, porque no es un documental agradable. Te saca de tu círculo de confort y te vapulea».
Doblado al guaraní y al quechua
Una de las características de la cinta es que está rodada tanto en los países de origen de las víctimas –en este caso, Argentina, Paraguay, Colombia y Perú–, como en España, país de destino de muchas de ellas. «Esto está generando un movimiento transformador en ambos lugares. En Paraguay, la Cámara de Diputados ha visto el vídeo. Ha gustado tanto que ahora es una película de interés nacional, social y cultural. Además, tras conocer la historia de Sofía, se ha impulsado la ley de protección de víctimas, que ya existía, pero que no tenía dotación económica», afirma Lozano.
El otro gran logro de Chicas nuevas 24 horas en Paraguay es que este septiembre se estrenó doblada al guaraní y va a proyectarse en los colegios de las zonas indígenas, donde las niñas son más vulnerables y por tanto, captadas con más facilidad. «En noviembre pasará lo mismo en Perú. Estamos ya preparando la cinta doblada al quechua para los colegios del alto andino, donde no hablan español». Que las familias también lo vean es fundamental por motivos como este: «Cuando llegamos a un pueblo de Colombia nos dijeron que una señora había vendido a su hija como esclava sexual a cambio de un pollo. En estos lugares la vida no vale nada, y la de los niños y las mujeres, menos», recuerda.
Sensibilizar en los países de destino es la otra tarea. España es el tercer país del mundo que consume sexo de pago, después de Tailandia y Puerto Rico. De momento, «la gente que ha visto Chicas nuevas ha salido en shock. Poco a poco vamos logrando que la gente sea consciente».
Mabel, que agradece al Papa Francisco la visibilidad que está dando la esclavitud en el siglo XXI, concluye recordando la importancia de la educación: «Nuestros jóvenes crecen pensando en el sexo de pago como algo lúdico. Creen que consumir este tipo de servicios es como ir de botellón». Por eso, el documental tiene la meta de proyectarse también en los colegios e institutos españoles. Más información en www.proyectochicasnuevas24horas.com.