Juan, alumno y voluntario de Cáritas en Cañada Real: «Quiero ayudar a los niños de Cañada como a mí me ayudaron»
Juan es una de esas personas que rompe moldes. Tiene 18 años, está casado y tiene una niña de 2 años. Es gitano y vive en Cañada Real, un asentamiento de 16 kilómetros con más de 8.000 vecinos que recientemente recibieron la visita de Philip Alston, el relator especial de la ONU para la extrema pobreza y los derechos humanos. Juan es uno de los arietes con los que cada día se derriban estigmas y estereotipos en Cañada. Estudia, trabaja y, en su tiempo libre, juega al fútbol. Además, es voluntario en el centro socioeducativo para las familias del Sector VI de Cañada Real, la zona más excluida
¿Qué harías si no estuviera Cáritas en tu día a día?
Seguramente estaría sin hacer nada. Estaría con mi padre o mi suegro ayudándoles con la chatarra, o con los chavales, en algún banco sentado. Cáritas es muy importante en mi vida. Es como mi casa. Paso la mayor parte del día aquí: por la mañana voy a la escuela de peluquería y por las tardes, entreno al fútbol y estoy con los más pequeños en el aula infantil. Los fines de semana también colaboro si hay actividades.
¿Qué te aporta?
Cáritas me ha enseñado a no mirar solo el gitanismo, a ir más allá. A conocer a gente y a enseñarles que los gitanos somos personas normales. También me ha ayudado a ser mejor persona. Ahora me respeto más a mí mismo. Además de la peluquería y el equipo de fútbol, también me han apoyado para ser voluntario. Cuando les pregunté si podía ayudar, no me dijeron que no era capaz; confiaron y me apoyaron. Me han enseñado que puedo avanzar. Ahora sé que soy capaz de hacer más cosas.
¿Cómo conociste Cáritas?
A través del fútbol. En 2014, mis hermanos, mis primos, mis amigos y yo montamos con Cáritas el equipo de Cañada, el Real City, con el que entrenamos por las tardes en el campo de fútbol de La Fábrica de Muebles, donde están situadas Cáritas Madrid y otras entidades sociales del Sector VI de Cañada Real. Supe entonces que Cáritas tenía una escuela de peluquería en la que entré en cuanto tuve los 16 años necesarios para empezar. Ahora estoy haciendo el segundo año y me fascina. Pero con lo que más disfruto es como voluntario con los niños: los cuido, les enseño la importancia de lavarse las manos, de merendar fruta y no tomar tantos refrescos de cola, a portarse bien… Todo esto me sirve también a mí para aprender y enseñárselo a mi hija.
¿Qué supone el Real City para un chico como tú en Cañada?
Hacemos deporte, nos divertimos, salimos de Cañada…. también he conocido a chicos con los que antes casi no hablaba, y me ha enseñado a esforzarme. Desde hace dos años jugamos la liga interparroquial de la Vicaría IV y eso nos ha motivado: entrenamos dos días y los viernes salimos de Cañada para jugar la liga en la Fundación del Rayo Vallecano. Desde entonces, pasamos la semana con un objetivo: ganar el viernes. Ahora además nos hemos juntado con los chavales de la Asociación El Fanal, que son marroquíes, y hemos hecho un equipo mixto. No hemos perdido ningún partido. Somos los mejores.
¿Te ves en el futuro como peluquero?
Me encanta cortar el pelo y en la escuela he aprendido además que esforzándote y dedicando tiempo a las cosas (aunque parezcan básicas, como hacer bien la raya del pelo o poner rulos) es la manera de aprender. Ahora corto y tiño y, gracias a la máquina que me regaló Cáritas en Navidad, me saco algo de dinero cortando el pelo en Cañada. También estoy haciendo el curso de mediación intercultural de la Asociación Barró, con el que me gustaría trabajar en algún centro social, sanitario o escolar.
¿Por qué te gusta ser voluntario?
Los niños con los que estoy en el centro de Cáritas de Cañada son como yo hace unos años. Quiero ayudarles como a mí me han ayudado. Ellos además me aportan alegría y estoy aprendiendo a ser mejor padre. Ahora, cuando me quedo con mi niña y con otros niños, les organizo estupendamente.