Quien los cumpla y enseñe será grande - Alfa y Omega

Quien los cumpla y enseñe será grande

Miércoles de la 3ª semana de Cuaresma / Mateo 5, 17-19

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: Freepik.

Evangelio: Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Comentario

Jesús no ha «venido a abolir la ley y los profetas […] sino a dar plenitud». Porque la letra de la ley y la predicación de los profetas estaba incompleta. En la ley estaba escrita la forma en la que podíamos volver a habitar el paraíso: cumpliendo la ley podíamos ser como Dios esperaba de nosotros y así ver a Dios en todo lo que hacíamos; el mundo según la ley es el mundo según su voluntad, tal y como salió de sus manos. Pero de la misma manera que apuntaba la voluntad de Dios, no hace sino señalar nuestra imposibilidad de cumplirla: la ley es precisamente lo que no cumplimos. Y de eso mismo nos acusan los profetas: de nuestra transgresión de la ley, de nuestro abandono de la voluntad de Dios.

En ese contexto, Cristo cumple la ley y los profetas, porque su amor atraviesa la separación entre la ley y el pecado: nuestros intentos fallidos de cumplir se convierten en el lugar del perdón, y, así, en la vida según Dios. Pues es voluntad divina perdonar los pecados y cuando luchamos incesantemente por cumplir la ley, aunque fallemos, si reconocemos nuestras culpas corregidos por los profetas, el pecado se vuelve el lugar del perdón. Como escribió Victor Hugo, «si a pesar de sus esfuerzos cae, […] es una caída sobre las rodillas, que puede transformarse y acabar en oración». Cristo es el cumplimiento porque el final de la caída no es el fin de nuestra historia, que nos define como pecadores; el final de la caída es el inicio del perdón.