¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! - Alfa y Omega

¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

Sábado de la 3ª semana del tiempo ordinario / Marcos 4, 35-41

Carlos Pérez Laporta
'Jesús calma la tormenta'. Jan van't Hoff
Jesús calma la tormenta. Jan van’t Hoff. Foto: Jan van’t Hoff / Gospelimages.com.

Evangelio: Marcos 4, 35-41

Aquel día, al atardecer, dice Jesús a sus discípulos:

«Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole:

«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:

«¡Silencio, enmudece!».

El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:

«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

Comentario

«Aquel día, al atardecer» Jesús quiso embarcar con los suyos cruzar «a la otra orilla». Jesús estaba agotado del día. En el ocaso, cuando el sol comenzaba a apagarse quiso entrar en el mar «dejando a la gente». Podríamos poner en su boca los versos de Manuel Machado:

Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde… El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.

Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada…
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar y no pensar en nada!…

En la barca las olas le mecían. En el mar Él se recupera, porque puede dejarse portar. Por eso, «Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal». En el mar él se sabía llevado por una fuerza abismal que le recordaba al Padre, y puede descansar de sus pensamientos. «El mar, el mar y no pensar en nada!…». Tanto que ni siquiera la tormenta le despierta. Porque se sabe en manos de Dios. Algo así sucederá con la violencia tempestuosa de la Cruz. Podrá dormirse en ella sabiendo que detrás de la oscuridad están las manos del Padre. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?», les dice cuando le despiertan. ¿Es que no ven la paz con la que sabe que su destino está en manos de Dios?