Laura Moreno: «Queremos dar el protagonismo a todos los jóvenes»
Una de las mayores novedades en la reorganización de la Curia de la archidiócesis de Madrid es la entrada de Laura Moreno como delegada episcopal de Jóvenes, agrupando el trabajo de juventud, universidades y vocaciones. Laica de la Institución Teresiana y periodista, de origen argentino, lleva doce años en España trabajando en labores de comunicación y ahora traslada a Madrid la experiencia vivida en su país junto al entonces cardenal Bergoglio en la pastoral con jóvenes
Tienes un recorrido muy largo en la pastoral de jóvenes y trabajaste cerca del cardenal Bergoglio.
Fui coordinadora nacional de Jóvenes en la Conferencia Episcopal Argentina. En Buenos Aires, en 1987, organizamos la primera Jornada Mundial de la Juventud celebrada fuera de Roma con más de un millón de jóvenes. El cardenal Pironio nos lo había solicitado. Él y monseñor Casaretto fueron mis grandes maestros. Siempre tuvieron confianza en nosotros y en el protagonismo de los jóvenes en el país y el continente. Años después el cardenal Jorge Bergoglio fue mi obispo diocesano. Como presidente de la Conferencia Episcopal, su influencia y cercanía fueron decisivas en momentos difíciles del país y en la pastoral.
Y ahora entras en la Curia de Madrid para seguir trabajando con jóvenes. ¿Qué objetivos te propones?
Con los tres directores de la delegación: Pastoral Universitaria, Vocacional e Infancia y Juventud, pensamos que el reciente Sínodo sobre los jóvenes es la carta programática de nuestro trabajo. Allí se ha insistido en darles más protagonismo. Así nos lo ha transmitido don Carlos Osoro. Se trata de que descubran el sueño de Dios en sus vidas. Estaremos atentos a los más vulnerables, que tienen menos medios y posibilidades. Quisiéramos que el mensaje del Evangelio llegara a muchos jóvenes de Madrid, no solo a los que están en parroquias o movimientos. Los jóvenes evangelizan a los jóvenes; necesitamos darles protagonismo, al tiempo que ofrecerles formación, acompañamiento y proyectos transformadores de la realidad y de sus vidas.
¿Cómo lo vais a hacer?
Valorando las muchas iniciativas que hay en Madrid, como las vigilias mensuales con el cardenal, las peregrinaciones, encuentros, etc. Iremos introduciendo las propuestas necesarias. Nos gustaría hacer la recepción del Sínodo como comunidad eclesial: sacerdotes y jóvenes de parroquias, junto con los de movimientos, asociaciones y congregaciones de vida religiosa; estudiantes, universitarios, trabajadores. Se ha puesto en marcha la segunda versión de los Parlamentos que tiene por protagonistas a los propios jóvenes.
Eso es como celebrar un minisínodo en Madrid…
En el espíritu sinodal y de discernimiento. El Sínodo fue un acontecimiento de esperanza y de gracia que nos toca asumir como Iglesia diocesana. Si nos disponemos a escuchar y reconocer las inquietudes y necesidades de los jóvenes, podremos discernir lo que se necesite. Los Parlamentos en las ocho vicarías, y el diocesano, nos mostrarán caminos. Esperamos una amplia participación de jóvenes, incluso de los más alejados.
En la vida cotidiana, ¿cómo crees que debe la Iglesia acercarse a un joven?
Vivo habitualmente al lado de jóvenes, intento transmitir no solo conocimientos o ideas, sino la fuerza y la alegría de una vida con sentido. Trato de vivir el tú a tú de la relación, la confianza y la comunión. Puede parecer que viven con indiferencia, pero cuando la vida les toca de alguna manera, despierta la siembra que se ha intentado hacer. No hay recetas. Se trata de reconocer en cada persona la presencia de Dios y disponernos con humildad y actitud de servicio y diálogo. Al generar confianza puedes compartir tu fuente: Jesús.
Las mujeres están entrando con fuerza en muchas curias de diócesis españolas…
En un reciente encuentro cordial con capellanes universitarios les decía que tenemos la oportunidad de vivir un signo en la Iglesia. La presencia de la mujer es un signo de normalidad y de pleno sentido eclesial. Todos los bautizados somos Iglesia, no solo los ministros y la jerarquía. Es una realidad que hacemos juntos, hombres y mujeres, laicos, religiosos, religiosas y sacerdotes. Lo vivo con sencillez. Sé que es novedad porque ha sido escaso. La Iglesia tiene que dar espacios de participación y responsabilidad a las mujeres, no como reivindicación sino como normalización.
Tú coordinas el trabajo de tres sacerdotes. ¿Impone lo de mandar a un cura?
Me siento bien acogida en la coordinación. El camino es el diálogo y la comunión. La Iglesia está dando pasos, es una comunidad viva, capaz de recrear sus estructuras.
El hecho de no ser de Madrid y no haber nacido en España, ¿te ha creado algún reparo a la hora de aceptar este cargo?
Mis raíces gallegas siempre me han conectado afectivamente con España. Pero el tema que planteas me ha hecho dudar y dialogar con el cardenal Osoro. Me costó aceptar, lo he hecho porque creo en la catolicidad de la Iglesia que nos hace pertenecer al mismo pueblo, a la misma tierra sagrada, vengamos de donde vengamos. Llego con actitud de servicio y aprendizaje, también de admiración a la tradición de la Iglesia en Madrid, donde llevo ya doce años. Aspiro a integrarme plenamente y a compartir los dones que tenemos.
El de Laura Moreno en Madrid no es una tendencia aislada dentro de la Iglesia. Cada vez más diócesis españolas están incorporando laicos –y sobre todo mujeres– en puestos de responsabilidad de la Curia diocesana. En Barcelona, la cancillería del Arzobispado la ocupa una mujer, Mariòn Roca; las cuentas de la diócesis de Getafe las lleva otra mujer, Maribel del Real, y el área de Evangelización de Solsona la coordina Teresa Valero, por poner solo unos ejemplos. Además, es ya una tendencia la incorporación de matrimonios como responsables de algún área pastoral de la diócesis, como José Barceló y María Bazal en la Delegación de Laicos, Familia y Vida de Madrid, o Francisco Albalá y Toñi Caro en el mismo sector en Bilbao, o Icíar Santiago y Onofre Sousa a cargo de Evangelización en San Sebastián.