Alocución en el vía crucis de los jóvenes. Viernes 4 de marzo, catedral de la Almudena
Como cada primer viernes de mes este ha sido especial. Un primer viernes de mes, en plena Cuaresma, que nos prepara a todos para vivir la Pascua. Hoy damos las gracias, primero a todos los que habéis portado la cruz, retratada en cada una de vuestras hermandades. Gracias por ser una única cruz y por manifestar, de formas distintas, que solo hay una cruz con la que hoy hemos caminado.
Gracias a todos los jóvenes cofrades; a todos los que, desde parroquias y comunidades, como cada primer viernes de mes, venís a compartir la oración, hoy de forma especial. Gracias a los que habéis puesto música a nuestro paso y a todos los que, de una u otra forma, habéis colaborado en esta peregrinación tan especial.
Esta noche tenemos una oportunidad única en la vida y es la oportunidad que nos da cada Cuaresma: ¿queréis acompañar a Jesús o queréis dirigir a Jesús? Esa es la clave.
Hoy hemos acompañado a Jesús cada uno con una cruz, la de vuestras hermandades y la que llevamos en el corazón; pero hemos ido no donde nosotros queremos, sino donde Jesús y donde la comunidad y la Iglesia nos han llevado. Nos ha traído aquí, a la catedral, la casa de todos y al encuentro de unos con otros en torno a una única cruz, la cruz que merece la pena.

La muerte de Jesús no es un suceso que pasó y ya está. La muerte de Jesús es todo un proceso de un camino muy largo y nos recuerda que la vida de cada uno de nosotros y la de cada una de nuestras comunidades es un camino, un proceso lleno de pasión, de resurrección y de cruz. De cirineos y de cada una de las estaciones que esta noche hemos recorrido.
No os perdáis este año la oportunidad de poner vuestra cruz junto a la cruz. No perdáis la oportunidad de dejar que la única cruz llegue a nuestra cruz. A veces lo que queremos es dirigir a Jesús y no acompañarle, y esta noche hemos sido capaces de acompañarle, siempre con quien Él quiere y a dónde Él quiere.
Celebrar hoy este vía crucis es un camino más —daos cuenta de que no hay vuelta atrás— a la resurrección, a la esperanza y a la alegría, estemos con lo que estemos, estemos metidos en los charcos que estemos. La resurrección no tiene vuelta atrás porque participamos en ella desde la cruz y lo hacemos dejándonos dirigir por Jesús y como Iglesia, poniendo nuestras cruces, bajo la sombra de la única cruz.
Madrid, nuestra Iglesia, necesita una Iglesia unida, coordinada y en comunión. La cruz nos lo pide; la misión, como hemos hecho hoy entre las calles del centro, nos lo pide. Que siempre nos vean juntos en torno a la misma cruz.

Así, esta Semana Santa tiene una pregunta: ¿te atreves a que Jesús te lleve a dónde Él quiera? ¿Te atreves a poner nombres a esas cruces a las que no te atreves a poner nombre? ¿A esas heridas que a veces ni siquiera quieres nombrar y ponerlas en la cruz de todos?
A menudo metemos a Jesús en nuestras mochilas, como una cosa más, un día más, una reunión más o algo más que hacer el viernes por la tarde. Yo os invito a pasar de ser simplemente simpatizantes, followers de Jesús, a ser discípulos que se complican la vida con eso y que son capaces de poner la cruz junto a su cruz. Déjate interrogar.
La Pasión nos retrata y nos dice que a veces somos cirineos, pero que otra vez somos de aquellos que dicen «crucifícale» o a veces somos los que callamos en medio de un mundo de violencia.
Nos sobra violencia en Madrid. Nos sobra violencia en un mundo en guerra. Nos sobran frases como «rearme», «defensa». Siempre estamos a la defensiva y miramos a la cruz y a alguien que, ante la violencia, abre los brazos y dice «aquí me tenéis». No hay otra forma de resucitar que mirándole a Él y acogiendo la violencia como Él la acoge. Se necesita gente, se necesitan comunidades que acojan así la violencia de nuestro mundo. Es la única forma de pararla y vosotros esta noche se lo habéis dicho a Madrid.

Esta es nuestra cruz, esta es la respuesta a los chillidos, la respuesta a las violencias que vivimos todo el día y esta es la que termina en resurrección.
Queridos amigos, solo hay un vía crucis, aunque luego en vuestras parroquias, comunidades, cofradías, celebráis cada uno un trozo. Pero no os olvidéis que solo hay uno, uno como esta noche que nos agrupa a todos para caminar juntos por las calles, diciendo —cada uno con su tono, pero siempre el mismo y unidos a los demás— que Jesús sigue portando la cruz y sigue siendo golpeado, difamado y crucificado. La diferencia es que hoy estamos aquí juntos, arropando y pidiendo que la cruz nos dé respuesta, queriendo conducir todo en la entrega y en el amor.
Trabajar por que seamos una única Iglesia y que llevemos una única cruz. Trabajar por que sea la misión y no nuestras manías de grupo, sea la misión y la cruz la que nos una. Se necesita una Iglesia nueva para decir a nuestro mundo que tiene remedio y se necesita a un Jesús que vaya delante, no nosotros delante de Él, sino Él delante, para ser nuevos discípulos.
Gracias por hacerlo esta noche. Gracias por tener una sola cruz en medio de muchas cruces. Gracias por ser Iglesia. Gracias por poner música. Gracias por poner nuestras heridas. Gracias por caminar juntos. Gracias, en definitiva, porque hoy le decimos a Jesús que «aquí están nuestras cruces, cógelas y haz una sola cruz».

Y cada vez que portemos nuestra cruz y la de vuestra hermandad y parroquia, acordaos de que es la única cruz, la de Jesucristo, la que portamos, y que Él siempre nos quiere así, caminantes y que vayamos detrás de Él, adonde Él nos quiera llevar.
Preparaos bien para la Semana Santa: es la oportunidad de resucitar y de hacer mejor a nuestra Iglesia. Lo necesitamos. Hoy habéis hecho muchas fotos y todo el mundo quiere llevarse una foto. Yo os pediría que no salierais de esta catedral sin otra foto, pero dentro de vuestro corazón: la foto de sentiros mirados por el único Jesús y un Jesús que os mira a través de vuestros hermanos. Un Jesús que hoy nos mira a través de esta cruz de la que todos formamos parte.
No os vayáis sin un minuto para no decirle a Jesús nada, sino para dejar que Él os diga algo, porque esta noche Él os está diciendo algo, a cada uno y a cada comunidad. Escuchadlo como discípulos, detrás de Él y con nuestra cruz a flor de piel.