Los próximos 29 y 30 de junio se celebra en Madrid la cumbre de la Alianza Atlántica, que tiene lugar tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia y que debe dar respuesta a los retos de la seguridad euroatlántica para la próxima década. Para ello, los jefes de Estado y de Gobierno de los 30 aliados aprobarán un nuevo concepto estratégico, el octavo en la historia de la organización, que sustituirá al de Lisboa de 2010, y que definirá el marco estratégico en el que nos encontramos actualmente, las amenazas existentes y, lo más importante, cómo debe enfrentarse a ellas la alianza para garantizar la paz y la seguridad de todos sus miembros.
La Alianza Atlántica, nacida en 1949, es posiblemente la alianza militar más longeva de la historia de la humanidad. Su capacidad para adaptarse a los cambios de la situación, el mantenimiento del vínculo transatlántico, basado en principios y valores compartidos, y la profesionalidad de sus militares han sido la clave de su éxito.
El motivo de celebrar la cumbre en Madrid es que se cumplen en 2022 los 40 años de la incorporación de España. La adhesión en 1982 se produjo bajo el Gobierno de Calvo-Sotelo y con la abierta oposición de las fuerzas políticas de izquierda, que acabaron condicionando, tras un controvertido referéndum, el modelo de participación de España. Una situación anómala que terminó por normalizarse en la reunión de 1997, también en Madrid, bajo el Gobierno de José María Aznar.
Las cumbres suelen celebrarse cada dos años, pero Madrid 2022 tiene una relevancia especial. Con la agresión de Rusia a Ucrania, comenzada el pasado 24 de febrero, ha saltado por los aires la arquitectura de seguridad europea diseñada tras la Segunda Guerra Mundial.
A ello hay que añadir que, antes de la invasión, la Alianza Atlántica estaba sumida en una grave crisis producida por las diferencias políticas entre Washington y algunos aliados europeos, las disputas por el denominado reparto de cargas, las distintas percepciones de riesgos entre los países del este y del sur de Europa y la humillante retirada de Afganistán, con su momento Saigón incluido.
La crisis que arrastraba la OTAN era de tal magnitud que Trump la había calificado como obsoleta y Macron había declarado que se encontraba en muerte cerebral. El resultado de todo ello era que los europeos sentían que apenas tenían influencia en Washington y los norteamericanos veían a los europeos como desunidos e ineficaces. Paradójicamente, la invasión de Rusia a Ucrania ha revitalizado la Alianza Atlántica, silenciado las disputas internas y provocado que países tradicionalmente neutrales, como Suecia y Finlandia, hayan solicitado formalmente su ingreso.
Hay que tener en cuenta que Ucrania tiene frontera con cuatro países OTAN (Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía) y que al producirse la invasión de Rusia los tres países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), además de Eslovaquia, invocaron el artículo 4 del Tratado de Washington, que prevé consultas políticas en caso de que un aliado considere amenazada su seguridad.
Como España se encuentra geográficamente muy alejada de la zona en conflicto, en ocasiones nos cuesta entender el miedo que sienten todos estos países ante un enemigo abrumadoramente superior y que durante décadas les sometió mediante un sistema político que cercenó sus libertades más elementales. No obstante, nuestra solidaridad con sus temores se materializa mediante el despliegue de nuestras Fuerzas Armadas en algunos de ellos. En el momento presente hay unidades del Ejército de Tierra en Letonia y del Ejército del Aire en Rumanía.
Asimismo, es previsible que antes de la cumbre el Gobierno anuncie un incremento significativo de las inversiones en defensa, para mitigar el déficit de esfuerzo que se arrastra desde hace varios años y que sitúa a España entre los contribuyentes más modestos de la alianza con relación a su PIB, incumpliendo claramente los compromisos acordados en cumbres anteriores.
Es evidente que la situación geopolítica actual, junto a la próxima incorporación de Suecia y Finlandia, que tiene más de 1.200 kilómetros de frontera con Rusia, va a desplazar el centro de gravedad de la Alianza Atlántica al este. A pesar de ello, España, junto a otros países europeos, debe convencer al resto de aliados de que la estabilidad en el norte de África también es esencial para la seguridad del continente europeo y que, aunque ahora la mayor preocupación sea la actitud de Rusia, «el sur también existe». Las discusiones serán complejas y los compromisos no serán fáciles de alcanzar, pero, como dijera Winston Churchill, «es malo discutir con los aliados, pero mucho peor es no tener aliados con los que discutir».