Tras el arrinconamiento de mujeres y minorías en las elecciones sirias, los cristianos miran al presidente

A pesar de todas las dificultades, en Siria sigue reinando un clima de esperanza después de las elecciones del pasado domingo, las primeras tras la caída del régimen de Bashar al Asad en diciembre pasado. «Todos los sirios, dentro y fuera de Siria, quieren que el país siga adelante, que dé un paso hacia el renacimiento, el desarrollo y la reconstrucción», asegura el franciscano Firas Lutfi, párroco en Damasco.

En declaraciones a Vatican News, matiza sin embargo que junto a estas «muchas esperanzas» en los días posteriores también se están produciendo «algunas críticas». Giran, sobre todo, en torno al formato indirecto de los comicios. De los 210 diputados del Parlamento, un tercio (70) lo nombrará el presidente, Ahmed al Sharaa, a discreción. Las otras dos terceras partes (140) son las que fueron elegidas por comités electorales el 5 de octubre.

¿Un Parlamento representativo?

Entre estos diputados, según los resultados preliminares, apenas hay mujeres —solo seis, un 3 %— ni representantes de las minorías. Por ejemplo, «había muchos candidatos cristianos, pero muy pocos han ganado». Esto está llevando a muchos a preguntarse «hasta qué punto el nuevo Parlamento es realmente representativo de todos los sirios, de todos los componentes, de todas las minorías».

Ahora, todas las miradas se dirigen a lo que pueda hacer el presidente. «Él puede suplir esta situación nombrando a miembros de las minorías», aclara el franciscano, que sufrió en primera persona las consecuencias de la guerra.

Enfrentamientos en Alepo

Otro hecho que ha ensombrecido la semana poselectoral han sido los intensos enfrentamientos en Alepo entre las fuerzas del Gobierno y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por la milicia kurda Unidades de Protección Popular (YPG). El resultado fue de al menos un muerto entre los soldados del Ejército. Los soldados defendían que las milicias kurdo-árabes habían atacado zonas residenciales, algo que estas negaban. Finalmente, se alcanzó un acuerdo para un «alto el fuego global».

Estas tensiones se suman a las registradas en marzo en la zona occidental de la ciudad de Latakia y a los enfrentamientos de julio entre las fuerzas gubernamentales y la comunidad drusa en Suwayda, en el sur. «Hay que evitar un enfrentamiento que debilitaría una vez más a Siria y la cohesión social entre los sirios, que son hijos de una misma patria», reivindica Lutfi en sus declaraciones.

La minoría cristiana puede ser un ejemplo en este sentido, asegura: «La vocación y la misión de un cristiano es simplemente ser un puente de pacificación». Prueba de ello son también las escuelas cristianas de Siria, donde pueden estudiar suníes, chiitas, drusos y kurdos. «Cada uno —concluye el franciscano— puede empezar por lo suyo, por su trabajo, por sus estudios, para abrir las puertas al diálogo, a la paz, de modo que se trabaje por el bien común sin dejar a nadie atrás».