«Que la Iglesia no sea una aduana para seleccionar quienes entran y no» - Alfa y Omega

«Que la Iglesia no sea una aduana para seleccionar quienes entran y no»

El Papa ha rezado vísperas con la Iglesia local y ha pronunciado una homilía en la que ha recordado que los cristianos «estamos llamados a hacer comprensible el Evangelio»

Ángeles Conde Mir
Francisco durante el rezo de vísperas en el Monasterio dos Jerónimos de Lisboa. Foto: CNS photo / Lola Gómez.

Tras almorzar y descansar en la nunciatura apostólica de Lisboa, el Papa ha departido en privado allí mismo con dos autoridades de Portugal. Ha recibido al presidente de la Asamblea de la República, Augusto Ernesto dos Santos Silva, y al primer ministro, António Costa. Tras el encuentro, se ha dirigido al Monasterio Real de Santa María de Belém, llamado comúnmente Monasterio dos Jerónimos porque acogió a los monjes de esta orden. El edificio está en la lista del patrimonio de la UNESCO desde 1983. Es una obra maestra de la arquitectura manuelina portuguesa ya que Manuel I ordenó su construcción para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama. No alberga ninguna comunidad religiosa, sino que es usado por el Estado portugués para ceremonias protocolarias de las visitas de los jefes de Estado. La tradición cuenta que, antes de partir, Vasco de Gama y su tripulación rezaron en la primitiva ermita sobre la que luego se edificó el monasterio.

El Papa con el primer ministro portugués, António Costa en la nunciatura de Lisboa. Foto: CNS photo / Vatican Media.

Una vez más, Francisco ha recorrido las calles de una Lisboa absolutamente abarrotada de chavales cantando «esta es la juventud del Papa». Ha llegado con puntualidad a este encuentro con religiosas, religiosos, seminaristas, catequistas, diáconos, sacerdotes y obispos portugueses. El Patriarca de Lisboa y presidente de los obispos portugueses, Manuel Clemente, le ha recibido en la capilla del Monasterio donde Francisco ha presidido en portugués el rezo de vísperas.

Una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas

Ha comenzado su larga homilía con un «Boa tarde!». De momento, el Papa no está escatimando palabras para los portugueses; en este caso, para la Iglesia local. Se ha inspirado en el pasaje evangélico en el que los discípulos pasan la noche pescando en el lago de Galilea sin éxito, pero Cristo les anima a seguir intentándolo. Así, el Papa ha recordado que a «Cristo lo que le interesa es llevar la cercanía de Dios precisamente a los lugares y las situaciones donde las personas viven, luchan y esperan, a veces teniendo entre las manos fracasos y frustraciones, justamente como esos pescadores que durante la noche no habían sacado nada».

Ha explicado que en el camino eclesial se puede experimentar un cansancio de este tipo, cuando parece que, por mucho que se pesque, las redes están siempre vacías. Están vacías, ha dicho el Papa, «en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro, y que llaman a una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas». La Iglesia en Portugal también está inmersa en un proceso de renovación en cuanto a la lacra de los abusos tras el informe que en febrero reveló la existencia de unas 4.800 víctimas en el seno de la Iglesia.

No quedar atrapados en las redes de la resignación

Francisco ha proseguido su extensa homilía, en español, alentando a la Iglesia portuguesa a no quedar atrapada en «las redes de la resignación y el pesimismo»: «Por eso, llevemos al Señor nuestras fatigas y nuestras lágrimas, para poder afrontar las situaciones pastorales y espirituales, dialogando entre nosotros con apertura de corazón para experimentar nuevos caminos a seguir». Son momentos difíciles por lo que hay que dejar a Jesús que tome el timón de la barca de nuestras vidas. «No es tiempo de detenerse y rendirse, de amarrar la barca en tierra o de mirar atrás; no debemos evadir este tiempo porque nos da miedo y refugiarnos en formas y estilos del pasado. No, este es el tiempo de gracia que el Señor nos da para aventurarnos en el mar de la evangelización y de la misión», ha pedido el Papa que ha animado a «tomar decisiones».

Decisiones como «pasar del derrotismo a la fe»; superar «la tentación de llevar adelante una pastoral de la nostalgia y de los lamentos»; y «sumergir nuestras redes en el tiempo en que vivimos, dialogar con todos y hacer comprensible el Evangelio, aun cuando para hacerlo podamos correr el riesgo de alguna tormenta».

«Los laicos clericalizados»

«En la barca de la Iglesia tiene que haber lugar para todos: todos los bautizados están llamados a subir en ella y a echar las redes, comprometiéndose personalmente en el anuncio del Evangelio», ha insistido el Santo Padre, colaborando todos, en red, «involucrando con impulso fraterno y sana creatividad pastoral, a los laicos». Ha destacado la palabra «todos y ha pedido que la Iglesia no sea «una aduana para seleccionar quienes entran y no». «Si no hay diálogo, corresponsabilidad y participación, la Iglesia envejece», ha dicho Francisco que ha criticado de nuevo el clericalismo y a advertido sobre «los laicos clericalizados».

En ese espíritu de corresponsabilidad y ayuda recíproca, «Jesús confía a los discípulos la misión de navegar en el mar del mundo». «Por eso, pescar personas y sacarlas del agua significa ayudarlas a salir del abismo donde se habían hundido, salvarlas del mal que amenaza con ahogarlas, resucitarlas de toda forma de muerte», ha explicado el Papa. El Evangelio es «un anuncio de vida en el mar de la muerte, de libertad en los torbellinos de la esclavitud, de luz en el abismo de las tinieblas». Pero, esta evangelización se ha de realizar «sin proselitismo. Una de las señales de algunos movimientos eclesiales que están andando mal es el proselitismo. Cuando un movimiento eclesial o una diócesis, o un obispo, o un cura, o una monja o un laico hace proselitismo, eso no es cristiano».

El Pontífice ha resumido su homilía en una frese final: «A nosotros, o Iglesia, se nos ha confiado la tarea de sumergirnos en las aguas de este mar echando la red del Evangelio, sin señalar con el dedo, sino llevando a las personas de nuestro tiempo una propuesta de vida nueva, la de Jesús».

A su salida del monasterio cientos de jóvenes han seguido vitoreándole hasta la misma puerta de la nunciatura.