Qué hacer si tu hija te dice que es trans
Dos psicólogos y una mujer que se echó atrás recomiendan a las familias prudencia y comprensión: «Se banaliza la transición como si fuese algo médicamente seguro»
Cuando José Errasti y Marino Pérez publicaron hace poco más de un año Nadie nace en un cuerpo equivocado (Deusto), donde analizaban el auge de la ideología trans y la autodeterminación de género, amparada ahora por una ley, en cada presentación recibían la misma pregunta: «¿Qué hago si nuestra hija de 15 años llega mañana a casa y nos dice que es un chico trans?». A esto intentan responder en una nueva obra, Mamá, soy trans, a la que han incorporado a Nagore de Arquer, estudiante de Psicología y desistidora de un proceso de transición. Aquí algunas claves para abordar un fenómeno que se ha multiplicado por 70 en los últimos diez años, tal y como reconoce Errasti a Alfa y Omega.
Cualquier familia que se tope con el problema o se interese por él debe tener claras una serie de cuestiones. Por ejemplo, que el sexo es binario —varón y mujer— y que no se puede cambiar, realidad que pone en cuestión esta ideología, también conocida como queer. O que nadie nace en un cuerpo equivocado. Lo explican así: «Cada uno nace en el cuerpo que nace, lo que no quiere decir que siempre esté a gusto con él. Malestares, disconformidades e insatisfacciones con el cuerpo no faltan». Otra idea fundamental es que la disforia de género de comienzo rápido, la realidad que afecta a los adolescentes hoy, es un fenómeno social. Hay varios factores que así lo indican: el contagio, pues ser trans «se ha convertido en algo cool y transgresor», la canalización de malestares hacia esta realidad y el poder del movimiento transgenerista en centros educativos y en la sociedad. También defienden que la autodeterminación de género es retrógrada y se ha impuesto a base de falacias. Y ponen énfasis en que no es transfobia cuestionar algunas ideas.
Es fundamental conocer qué consumen los adolescentes en redes sociales y qué influencia tienen sobre ellos. El libro dedica un capítulo a esta cuestión. Errasti cita TikTok e Instagram, donde hay «infinidad de llamadas a la transición», influencers que se presentan como modelos, cuyos problemas se han solucionado supuestamente gracias a la testosterona. «Se banaliza y romantiza esta transición por su capacidad de transfigurar a la persona y como si fuese algo médicamente seguro», continúa el psicólogo. Se dice que hay que sospechar ante cualquier malestar o que si hay una duda es que se es trans. Los autores, conscientes de que no se pueden prohibir las redes sociales, sí son partidarios de restringir su acceso y que los padres puedan supervisar el historial y los contenidos.
Es importante reconocerlos para identificar actitudes y cambiarlas. Hay una familia autoritaria que responde de forma negativa, con castigos y broncas, despreciando al adolescente. Para Errasti es un error. Igual que ser una familia afirmadora, esto es, que refuerza inmediatamente lo que dice el menor, va a comprar ropa del otro sexo o le llama por su nuevo nombre. Existe un tercer modelo, que es la asustada y desconcertada. A esta, el discurso trans no le convence, pero tiene miedo al «fantasma del suicidio». Lo ideal sería una familia prudente, «que escucha lo que tiene que decir el adolescente, intenta comprenderlo, se toma su tiempo y se informa».
Son cuatro. El primero es la sensatez, pues «renunciar a la verdad nunca es buena estrategia». En segundo lugar, la prudencia: «Cualquier reacción extrema, negacionista o que afirme es equivocada. Hay que esperar». El siguiente es la comprensión. Según Errasti, es importante comprender que lo que los adolescentes cuentan obedece a algo, que no es una locura arbitraria y que lo trans aparece como «una posible solución a sus atascos». «La adolescencia se ha convertido en un periodo tenso, agresivo. Hay una competencia feroz en redes sociales y tienen una escuela de sexo, el porno, que se consume a edades muy tempranas y que presenta modelos absurdos. Cuando las chicas dicen que no quieren ser mujeres, deberíamos pensar en esta adolescencia tan violenta, competitiva y agresiva», añade. El último principio es el respeto, que no es sinónimo de dar la razón. «En las relaciones humanas, respetar de verdad supone decir que sí y que no», concluye.
Debe ser un momento para razonar y encontrarse con el hijo o la hija. Para ello, los autores recomiendan cosas que hacer y que no hacer. Entre las primeras se encuentran la escucha activa, atenta y respetuosa, en la que el adolescente sienta que se le está teniendo en cuenta. Además, si se hace una crítica, esta debe ser específica y recaer más sobre aspectos concretos que sobre la persona. La conversación debería seguir un cierto orden, conviene acabar las frases con palabras cariñosas y se han de cuidar aspectos como el tono, el volumen, la postura y los gestos. ¿Qué no hay que hacer? Insistir si el joven se niega a hablar, interrumpir, utilizar el sarcasmo, la ironía o la ridiculización, hablar todos los días del tema o restar importancia a sus sentimientos. «El estilo óptimo de comunicación es el estilo asertivo, que es firme pero atento hacia lo demás», recoge el libro.
José Errasti, Marino Pérez y Nagore de Arquer
Deusto
2023
256
19,95 €