Que... gracias - Alfa y Omega

Darse la vuelta. No porque llegue a ese punto de derrota, en el que veo que lo que queda por delante es peor que lo ya caminado. No porque se haya roto el camino y no haya modo de continuar. No porque haya cambiado de idea…

Decir: «Ey… que gracias». Ese que sale al tomar conciencia de tanto don, que hace a una volver para agradecer, porque el corazón rebosa. Y así, dejar lo que estaba haciendo, darme la vuelta y reconocer el modo de darse de Dios en todo.

En el ajetreo diario de la consulta, de ver a un paciente detrás de otro y después otro más, muchas veces me deja fuera de juego cuando de repente llega alguien y dice: «No me pasa nada, vengo a dar gracias por aquel medicamento que me disteis», o «no, mi recién nacido está bien, solo vengo a enseñártelo». En esos momentos yo cortocircuito. Es un: «Valle, esto es otro ritmo, es otra lógica, deja la eficiencia a un lado». Ellos recorren kilómetros para venir a verme, pero en sus palabras, a quien agradecen y alaban es a Dios.

Hoy paro, y me doy la vuelta. Y te doy gracias, Señor: por traerme a este rincón del mundo; por el regalo de servirte desde la medicina; por las compañeras, los amigos, la familia; por hacerte presente a través de tantos que acompañan y apoyan; por compartir vida y misión con otros; por hacerme darme cuenta que no te desentiendes; por tanto amor. Y, ahora, a seguir caminando.