A sus 84 años, Don DeLillo vuelve a la carga con esta novela breve que se crece con el reposo y las relecturas. El gran veterano de las letras norteamericanas nos cuenta cómo se produce un apagón mundial el domingo de la Super Bowl del año 2022. Observamos, como antropólogos sociales, el impacto inmediato de la inesperada anomalía sobre cinco amigos reunidos en una cena: Jim Kripp y Tessa Berens que, tras un accidentado viaje en avión desde París, acuden al apartamento de Manhattan de otra pareja, Diana Lucas, una profesora de Física jubilada, y su esposo, Max Stenner, quienes les esperan junto a Martin, un exalumno de la docente que completa la velada.
¿Es el derrumbe silencioso de nuestra civilización? ¿Se trata del comienzo de la Tercera Guerra Mundial? No importa tanto el origen de la catástrofe como las consecuencias inmediatas. Cunde el estupor. Cunde la reticencia colectiva a empezar a funcionar con las nuevas limitaciones cotidianas de vigencia indeterminada: los personajes se rebelan inconscientemente ante lo que sería, tremendo concepto, esa nueva normalidad. Sin electricidad, sin conexiones digitales. Sin luz, sin calefacción. Sin internet. ¡Sin correo electrónico! «Sin email. Intenten imaginarlo. Díganlo. Oigan cómo suena. Sin email». Nos sorprendemos a nosotros mismos leyéndolo en voz alta, tenemos que repetírnoslo varias veces para poder hacernos una idea de verdad de las dimensiones de la oscuridad de un escenario de tales características y sus consecuencias mentales en cadena. La posibilidad de que desaparezca radicalmente nuestro mundo virtual ya lo concebimos en una lectura como algo perteneciente al género de la ciencia ficción, así que resulta verosímil lo más sobrecogedor de la historia: que los personajes sean incapaces de asimilar el nuevo statu quo. Los protagonistas nos recuerdan a las películas clásicas de zombis en las que los no-muertos continúan reproduciendo automáticamente, y ya despojados de sentido, los mismos patrones de conducta de cuando estaban vivos, especialmente acciones asociadas a ciertos hábitos del ciudadano de clase media («pura clase turista»). Por ejemplo, en este caso, retransmitir un partido ante un televisor apagado.
La sátira está servida. Con millones de pantallas vacías y todos los teléfonos desactivados, el mundo que hemos hecho tan pequeño para que nos quepa todo en un bolsillo queda reducido a nada. Es el fin de la era del dios de la tecnología al que el hombre ha vendido su alma, y lo que llega es una consecuencia lógica de haber asimilado esa tecnología como fin en sí misma y no como medio para acercarnos al prójimo. La hiperconectividad tecnológica, al parecer, era un gran fraude, nos cuenta DeLillo. Y la sociedad que el neoyorquino describe ha perdido no solo el norte, sino su propia identidad en la globalización. Es la manera en que el autor parece gritarnos, desde ese futuro cercano hasta nuestro presente, que miremos a nuestro alrededor, que el emperador va desnudo. ¿Simplemente quitándole la tecnología, el hombre contemporáneo quedaría expuesto y vulnerable, a la intemperie existencial? Es el momento oportuno para pensarlo, aquí y ahora. En estas páginas, intentando hacer pie en medio del caos, el joven Martin se muestra obsesionado por el manuscrito de 1912 de Einstein sobre la teoría de la relatividad. La otra figura que se ensalza en las conversaciones del grupo es la de Jesús de Nazaret, quien a todos cautiva.
Entre el relato apocalíptico y el drama metafísico, DeLillo nos sacude una bofetada críptica en apenas 100 páginas de la que cuesta reaccionar. El culmen profético es que terminara de escribir esta novela pocas semanas antes del advenimiento de la COVID-19.
Don DeLillo
2020
112
16 €