¡Qué desastre de función!: ¿Vodevil cutre u obra maestra? - Alfa y Omega

En 1982, el dramaturgo británico Michael Frayn estrenaba en Londres Noises Off —traducida al español como Al derecho y al revés, por delante y por detrás, ¡Qué desastre de función! o Esta obra es un desastre en su variante dramática—, una de las piezas teatrales cómicas de más renombre internacional que le ha otorgado fama planetaria. Hasta el momento se ha traducido a 28 idiomas y representado en más de 50 países. Por ello, el cine no quiso quedarse al margen y diez años después de la escritura de Frayn, el texto fue llevado a la gran pantalla bajo el título ¡Qué ruina de función! de la mano del cineasta americano Peter Bogdanovich, según un guión de Marty Kaplan, y protagonizado, entre otros, por Michael Caine, Christopher Reeve o John Ritter.

¡Qué desastre de función! son dos comedias en una. La primera cuenta la historia de un grupo de teatro que, de forma artificial y engolada, participa del ensayo general de un vodevil cutre, con elementos de la «alta comedia» inglesa, titulado ¿Me enseñas la sardina? Y a medida que avanza el ensayo, se va dibujando la personalidad de cada uno de los nueve personajes —bastante torpes, por cierto—, atendiendo, principalmente, a aquellas peculiarísimas situaciones que se producen en esos últimos momentos.

La segunda muestra las dificultades que sufre la compañía para montar la obra y de la que el espectador es también testigo de primera mano: el inmenso decorado gira 180 grados, y será entonces cuando se descubra la farsa delirante que tiene lugar entre bambalinas: actores y actrices peleándose en silencio mientras entran y salen del escenario para continuar la función como si dentro no pasara nada. Un perfecto enredo caótico.

Al despejar incógnitas sobre estos personajes, nos encontramos con los consagrados intérpretes, tanto de cine como de televisión: el joven galán cachitas pero sin muchas luces —Miguel Sitjar—; la rubia guapa y tonta —Vanessa Romero—; la pareja de galanes madurita —Anna Barrachina y Josep Linuesa—; la primera actriz —Carmen Conesa— el viejo actor de toda la vida, ex alcohólico y sordo —Pepín Tre—; el director exigente y puntilloso —Juli Fábregas— y la pareja de tibios regidores —Leire Luiz y Vito Sanz—.

Foto: Josep Aznar

Existen dos modos de afrontar ¡Qué desastre de función! Una de ellas sería aquella en la que el espectador se detiene a contemplar el montaje que ha dirigido el inglés Alexander Herold, en este caso versionado por el catalán Paco Mir, uno de los integrantes de la compañía de teatro cómico Tricicle. Examinado así el espectáculo, sin más aristas, el resultado sería un fraude por la escasa calidad del libreto y la paupérrima dosis de creatividad interpretativa de este vodevil de poco gusto en líneas generales. Sin embargo, hay que dar sólo un paso más para cambiar el chip y admirar este espectáculo de la carcajada desde otro punto de vista, en el que realmente se celebran tres obras de teatro distintas, con el mismo gancho argumental, pero observadas desde dos puntos de vistas diferentes. No sólo esto ofrece nuevas dosis de creatividad e ingenio, sino un modo diferente de comprender el teatro en su totalidad, tanto en su propuesta visual como artística y técnica.

¡Qué desastre de función!, se quiera ver como se quiera, es una obra maestra, desternillante, por varias razones. Primero, porque esta comedia posee una arquitectura impresionantemente bien construida en cuanto a escritura teatral y rítmica se refiere, y porque brinda la idea al espectador de que mire lo que ocurre adentro, entre cajas, lo cual le facilita un nuevo concepto del teatro que nunca nadie antes había propuesto. Y es que ¡Qué desastre de función! no es sólo un poema de amor para los que disfrutan realizando teatro, sino una mirada lúcida y nítida sobre el teatro dentro del teatro pero dos veces.

En segundo lugar, este armonioso espectáculo -divertido, alocado, vertiginoso-, que funciona siempre como una maquinaria perfectamente engrasada, cuenta con el extraordinario elenco de actores precitado -que encarna los arquetipos de la profesión y eleva el nivel del libreto de Michael Frayn– sin el cual esta deslumbrante comedia podría haberse convertido en un fiasco. Pongamos dos ejemplos. En estos momentos, existen grandes actores en los escenarios madrileños obligados a interpretar un texto que a veces no da más de sí, y por ello el resultado definitivo hace aguas. De igual modo ocurre cuando un gran texto literario se lleva a escena por un equipo de actores de poco fuelle. El resultado es igual de pobre.

Por ello, a la grandeza de la impecable dramaturgia de ¡Qué desastre de función! -que despliega hasta cuatro niveles de comedia- se le une una excelente dirección de actores, una puesta en escena clásica, muy bien ambientada, todo ello integrado en una espectacular e inmensa escenografía, repleta de detalles, y una versión que deshoja el texto hasta dejarlo preparado, exclusivamente, para las risas inteligentes. Y sólo un equipo de virtuosos es capaz de mostrar tanto talento durante dos horas maravillosas en las que los espectadores deberían valorar el esfuerzo de los actores en el momento de subirse a un escenario y lo que supone llevar a cabo cualquier obra de teatro. Sea por experimento sociológico, sea porque les gusta la comedia, sea porque aprecian el clasicismo en el teatro, ¡Qué desastre de función! vuelve a brillar en Madrid para que usted la disfrute, la haga suya, la comparta y la aplauda.

¡Qué desastre de función!

★★★★★

Dirección:

Calle Atocha, 18

Metro:

Sol, Antón Martín

OBRA FINALIZADA