Profes de cuatro patas: la terapia para chavales con discapacidad
Nora y Area son dos perritas que actúan como recurso y apoyo educativo para niños con dificultades
Cuando era pequeña sufría acoso escolar. En su familia había tres perros que la acompañaban al colegio y a la hora de la salida iban para volver con ella a casa. «Me hacían tal fiesta cuando me veían salir que yo me iba jugando con ellos y se me olvidaba todo lo que me había pasado en el colegio. A mí me han ayudado los perros tanto…». Quien habla es Begoña Morenza, que en 2010 tenía 37 años y era directiva de una empresa de telecomunicaciones. «Tenía un sueldo estupendo, pero me dije: ¿de verdad esto es lo que quiero el resto de mi vida?». Dado su vínculo con los perros, desde niña tuvo la ilusión de montar algo relacionado con ellos y así nació Yaracan, una empresa de terapia asistida con animales.
Ana espera junto al resto de sus compañeros de la Asociación ¡Sí, puedo!-Colegio Los Álamos de Madrid. Están nerviosos porque están a punto de conocer a Nora y Area, dos perras golder retriever de terapia de intervención. Cuando llegan, todos gritan. Ana también grita, pero de miedo. Cada vez que Nora o Area se le acercan mínimamente, se retrepa en la silla y chilla buscando el apoyo de su profesora, que se sienta a su lado. Su profesora comenta con paciencia y una sonrisa: «Bueno, tenemos meses para conseguir que se acerque a las perras».
Los alumnos de Los Álamos tienen discapacidad intelectual, autismo o trastorno de conducta. El curso comenzó con la implementación de este proyecto piloto llamado Momentos de Kiwoko, por el que pasan chavales de entre 10 y 14 años del colegio que disfrutan de la terapia canina impartida por Yaracan.
«El trabajo de Nora y Area junto con el nuestro es el de ser un recurso de apoyo tanto en entornos educativos —este colegio—, como en hospitalarios o residencias», explica Morenza. Por la experiencia vivida en sus años de colegio y acoso, sabe que los perros ni juzgan ni critican. «Me querían siempre, porque ellos se centran en la persona y no en sus problemas», añade. Además, los perros despiertan la motivación en los alumnos. No es lo mismo hacer sumas y restas en clase que idear un ejercicio que implique a Nora y Area en estas tareas; por ejemplo, preguntar a los chavales cuántos premios dar a Nora, que lo ha hecho muy bien y además no ha desayunado. «También le podemos decir a un alumno que tenga dificultad para leer: “Anda, túmbate a leer con Area, que a ella le gusta mucho”, y él lo hace encantado», explica la emprendedora.
De ser cuidados a cuidadores
Entre los beneficios que estas dos perras aportan a los chavales está también el del cambio de rol: los niños y niñas pasan de ser cuidados a ser cuidadores. Están acostumbrados a que cuiden de ellos y el cambio hace «que su autoestima aumente, porque les hace sentirse útiles y necesarios para otro ser», cuenta. «Los perros llegan a un rincón del alma donde no llegamos los seres humanos y tenemos que seguir investigando en este sentido», reivindica Begoña Morenza.
Ana no le quita ojo a Nora y a Area mientras sus compañeros se acercan a ellas. Su profesora le pregunta: «¿Quieres que nos acerquemos solo a tocar la cola de las perras con un dedo?». Ella dice que no, pero al segundo ya está de pie, nerviosa. Lo consigue. Da un grito de alegría antes de volver rápidamente a su asiento.
Mercedes Herrero es la directora pedagógica de la asociación y del colegio: «Dimos el paso porque siempre tratamos de incluir metodologías que favorezcan la autoestima, la motivación, la seguridad, la confianza, la externalización de sentimientos y la socialización, dadas las características de nuestros niños y niñas. Y Nora y Area han demostrado en este sentido ser un gran vehículo de aprendizaje».
Ana sigue sentada junto a su profesora, que no pierde detalle de nada de lo que le sucede ni a ella ni a las perras. Nerviosa, no para de mirar a Nora y a Area. Los técnicos sacan unos peines para que los chavales las acicalen y, antes de darnos cuenta, Ana se ha levantado. Su profesora le pregunta lo evidente. Sí, ella también quiere peinarlas, y la siguiente escena es la de Ana en cuclillas cepillando a los animales. Cuando termina se levanta, grita nuevamente de alegría, aplaude y levanta los brazos. Los técnicos le dan la enhorabuena y chocan la mano. Ana está feliz, radiante, sentada de nuevo en su sitio sin apartar los ojos de Nora y Area.