Primer discurso de un Papa en Irak: «Que callen las armas y se dé espacio a todos» - Alfa y Omega

Primer discurso de un Papa en Irak: «Que callen las armas y se dé espacio a todos»

Francisco ha reivindicado la diversidad religiosa como un «recurso valioso» y ha pedido que los cristianos sean considerados ciudadanos de pleno derecho

Fran Otero
Foto: Reuters / Vatican Media.

Primer discurso de un Papa en Irak. Tras la protocolaria ceremonia de bienvenida y la visita de cortesía al presidente de la República, Francisco se ha encontrado con las autoridades, el cuerpo diplomático y representantes de la sociedad civil para hacer un fuerte llamamiento a la paz y la unidad en el país, así como para que se reconozca plenamente a todas las comunidades religiosas.

«Que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí y en todas partes. Que se dé voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz. No más violencia, extremismos, facciones, intolerantes; que se dé espacio a todos los ciudadanos que quieren construir juntos este país, desde el diálogo, desde la discusión franca y sincera, constructiva; a quienes se comprometen por la reconciliación y están dispuestos a dejar de lado, por el bien común, los propios intereses», ha añadido.

En este sentido, el Pontífice ha recordado que para poner las bases de una sociedad democrática en Irak es «indispensable asegurar la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos, y garantizar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos». «Que ninguno sea considerado ciudadano de segunda clase», ha recordado.

También ha pedido a la comunidad internacional que asuma su rol en la promoción de la paz en Irak y en Oriente Medio. Según ha dicho, «los desafíos interpelan cada vez más a toda la familia humana», que requieren «una cooperación a escala global para poder afrontar también las desigualdades económicas y las tensiones regionales».

El Papa Francisco con el presidente de la República de Irak, Barham Salih.

En otro momento, ha recordado todo lo que han sufrido los iraquíes por «los desastres de la guerra, el flagelo del terrorismo y conflictos sectarios basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas». Se ha referido, en concreto, a la persecución vivida por los yazidíes.

Al hilo de estas circunstancias, ha insistido en que «solo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un muno mejor, más justo y más humano».

«La diversidad religiosa es un recurso valioso»

«La diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí por milenios, es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar. Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil», ha agregado. Y por eso ha pedido a las autoridades que «concedan a todas las comunidades religiosas reconocimiento, derechos y protección».

Así, ha reivindicado la presencia de los cristianos en la región, su cuidado y promoción. En concreto, ha afirmado que «constituyen una rica herencia que quiere poder seguir al servicio de todos» y ha recordado que su participación en la vida pública, con sus derechos, libertad y responsabilidad, «testimoniará que un sano pluralismo religioso, étnico y cultural puede contribuir a la prosperidad y a la armonía del país».

Además de la promoción de la solidaridad fraterna, el Papa ha pedido a los responsables políticos y diplomáticos que combatan «la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad» y ha subrayado la necesidad de «edificar la justicia, que crezca la honestidad y la transparencia, y que se refuercen las instituciones competentes». «De este modo —ha completado— puede crecer la estabilidad y desarrollarse una política sana, capaz de ofrecer a todos, especialmente a los jóvenes, la esperanza de un mundo mejor».