Presidente de los obispos cubanos: «Cuba debe admitir la pluralidad»
Los obispos cubanos se han abonado a una línea pragmática y constructiva ante la reforma constitucional que se vota este domingo en Cuba. Monseñor Emilio Aranguren, presidente del episcopado, explica que frente a quienes desearían «una postura más tajante», han optado por «lo gradual»
Monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, no hace pronósticos para el referéndum del próximo domingo sobre la reforma constitucional en la isla, más allá de reconocer que «hay quienes dicen que el resultado final ya está predeterminado». No entra tampoco a valorar a dónde irán los votos de la oposición, dividida entre el boicot a unas elecciones que califican de «farsa», o aprovechar esta rara ocasión de ejercitar el derecho al voto para elegir la papeleta del no.
No es que a la Iglesia no le interese la votación. En los últimos meses la Conferencia Episcopal ha publicado dos mensajes: uno el 2 de febrero y otro ya en octubre, para iluminar los primeros pasos del proceso previo de participación ciudadana, recuerda Aranguren, que el lunes estuvo en la redacción de Alfa y Omega durante una visita a España.
La jerarquía católica ha optado por mantener la línea pragmática del cardenal Jaime Ortega, referente indiscutible de la Iglesia cubana hasta que el Papa Francisco aceptó su renuncia en 2016, a punto ya de cumplir los 80 años, cinco por encima de la edad de jubilación. El posibilismo de Ortega, muy criticado como «entreguista» desde algunos sectores católicos, se vio recompensado con las visitas de tres Papas a Cuba, o la mediación que hizo posible que varios presos políticos cambiaran la cárcel por un exilio en España. Tras el viaje de Juan Pablo II, pudo volver a celebrarse la Navidad en Cuba.
A esa línea parece abonarse el nuevo presidente del episcopado. Durante el proceso de reforma constitucional que ha ocupado gran parte de los diez primeros meses de mandato de Miguel Díaz-Canel, sucesor de Raúl Castro, «los ciudadanos han podido expresar su criterio –afirma-. Creo que se han generado intercambios más espontáneos y naturales de lo habitual». Ahora, añade, «hay que construir cultura constitucional» y política. «No sería beneficioso que este camino quedara en el olvido y se gobernara desde el “esto es así, y ya”. Creo que ahora el Gobierno está más capacitado para saber escuchar y valorar las opiniones, incluso de los que no son afines. Pienso también que quienes no participan del criterio del Gobierno estarán más en disposición de manifestar su visión».
Lentos avances
Uno de los debates más encendidos en los últimos meses fue el del matrimonio homosexual, finalmente rechazado; si bien –advierte monseñor Aranguren– el texto final deja «abierto el camino» a una equiparación en el futuro. En el balance positivo, destaca que se mantiene la reforma de 1992, en la que se definió Cuba como «Estado laico» en vez de ateo. Pero esto «no se corresponde» –subrayan los obispos en su mensaje– con el hecho de que también se mantenga en el preámbulo de la Carta Magna la afirmación de que «solo en el socialismo y en el comunismo el ser humano alcanza su dignidad plena». El presidente de los obispos cubanos afirma que esperaba «un poco más de comprensión y aceptación» hacia otras visiones, «como las hay en nuestros intercambios con las autoridades».
Esa apertura que poco a poco ha ido produciéndose en las relaciones con la Iglesia, monseñor Emilio Aranguren la pide también en el terreno político: «Un Estado laico no solo da margen a la libertad religiosa, sino que debe admitir la pluralidad en todos los sentidos», afirma el presidente de la Conferencia Episcopal.
Monseñor Aranguren, descendiente de emigrantes vascos, elige cuidadosamente sus palabras. Sin renunciar a la firmeza «en lo que toca al respeto a la persona y su libertad», los obispos cubanos evitan desencuentros innecesarios con las autoridades. Su presidente es consciente de que «hay veces que desde el exterior de la Iglesia se querría que hubiera una postura más tajante y que las cosas fueran más deprisa. Sin embargo, Dios tiene un ritmo, y a veces el ser humano quiere apresurarlo. Nosotros hemos preferido la línea de un magisterio cotidiano» que incluye una apuesta fuerte por la formación integral (doctrinal, espiritual y en doctrina social de la Iglesia) de los laicos. Son ellos quienes tienen «la vocación de transformar el mundo».
El presidente de los obispos cubanos explica que en los 60 años desde el triunfo de la revolución, en el seno de la Iglesia cubana «se ha ido generando una espiritualidad que se basa en el valor de lo poco, de lo pequeño, de lo anónimo y de lo gradual. Hay veces que nosotros vemos un signo que nos parece esperanzador, y a una persona que no vive en este contexto no le dice nada». Cita el hecho de que «en nuestras comunidades cristianas, el grupo de edad que predomina hoy es de 35 a 60 años, cuando antes eran los mayores de 60». Pero a lo largo de la entrevista menciona también la rehabilitación de varias iglesias en los últimos 20 años, e incluso la construcción de alguna nueva –hace pocos días se inauguró una en Pinar del Río– en terrenos concedidos por el Estado, y el permiso que se dio a los 500 jóvenes que fueron a la JMJ de Panamá para faltar a la universidad esos días. «Con el paso de los años va habiendo una aceptación no solo del hecho religioso, sino también del papel social de la Iglesia».