El pasado 19 de marzo, día de la festividad de san José, el Papa Francisco aprobaba la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium que pretende una reforma y actualización del funcionamiento de la Curia romana a los tiempos actuales y sustituye a la anterior constitución, Pastor bonus. Esta nueva constitución era una petición que se había hecho ya a quien iba a ser el nuevo Papa, en las congregaciones generales previas al cónclave del que salió elegido Francisco.
El proceso de elaboración de este importantísimo documento ha sido largo y muy consensuado. Un proceso que ha servido para aunar voluntades y que hace que, al menos teóricamente, el documento y su puesta en marcha puedan ser mejor recibidos por todos. Muchas de las novedades que aparecen en la constitución apostólica ya se fueron poniendo en marcha desde los primeros años del actual pontificado del Papa Francisco y han ido dando sus frutos.
Su propio título, Predicar el Evangelio, nos habla de la intuición fundamental del mismo: se trata de una necesaria y nueva reforma de la Curia de la Iglesia en Roma para servir mejor a la evangelización en el mundo de hoy. El documento, además de una relación de cambios y criterios que afectan a los diferentes dicasterios y organismos vaticanos, tiene un extenso prólogo que motiva y recalca bien sus líneas de fuerza y su pretensión. Con todo, la reforma en marcha en la Iglesia es más que la Praedicate Evangelium. Este documento es solo una parte de ella.
Somos conscientes de que los papeles lo aguantan todo, y de que no puede haber una verdadera reforma si no cambia el corazón y la mente de las personas que han de asumir los criterios y servir en la Curia vaticana. Por ello, es importante que en el proceso de aplicación y puesta en marcha de ese cambio, el Papa Francisco acierte con las personas adecuadas que estarán al frente de los dicasterios y demás organismos. Ellas serán las que llevarán adelante e impulsarán la transformación y desarrollo de la nueva Curia romana. Es lo que se espera.