Portazo de Doctrina de la Fe a las presuntas apariciones que exigían una cruz de 738 metros
«La cruz no necesita 738 metros para ser reconocida, se eleva cada vez que un corazón se abre al perdón», alega el prefecto Víctor Manuel Fernández
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe pone punto final a la confusión en torno a las presuntas apariciones de Dozulé, una pequeña localidad del norte de Francia que despertó mucha devoción desde finales del siglo XX. La decisión, firmada por el prefecto Víctor Manuel Fernández el pasado 3 de noviembre y compartida por carta con el obispo de Bayeux-Lisieux, Jacques Habert, se resume en que «el fenómeno de las supuestas apariciones de Dozulé se reconoce como no sobrenatural, es decir, que no tiene un origen divino auténtico».
738 metros de altura
Entre 1972 y 1978 una madre de familia, Madeleine Aumont, aseguró haber recibido 49 apariciones de Cristo. Según su relato, Jesús le pedía construir una «cruz gloriosa» iluminada y gigantesca, de 738 metros de altura y 123 de ancho. Estos últimos son más de los 105 que mide a lo largo el campo del Santiago Bernabéu. La cruz debía convertirse, según los mensajes que decía recibir Aumont, en «signo de redención universal» y manifestar su capacidad de otorgar el perdón a quienes se acercaran a ella arrepentidos.

El proyecto en cuestión nunca llegó a realizarse. Sin embargo, en las décadas siguientes se levantaron en distintos países cruces a escala 1:100, llamadas «cruces del amor», que atrajeron a miles de devotos. Para la Iglesia, sin embargo, el contenido de aquellos mensajes desbordaba los límites de la fe católica. El Dicasterio señala que algunas formulaciones «insisten en la construcción de la cruz gloriosa como signo nuevo y necesario para la salvación del mundo», lo que considera «incompatible con la doctrina de la gracia y los sacramentos».
«Propaganda fanática»
Ya en 1983, el entonces obispo de la diócesis, Jean-Marie-Clément Badré, había advertido de que «en ningún caso la construcción de una cruz monumental emprendida en Dozulé puede ser un signo auténtico del Espíritu de Dios». Dos años más tarde fue más tajante y denunció que «la propaganda fanática y la recaudación de fondos sin respeto por la autoridad del obispo me llevan a considerar que no hay signos de autenticidad en estas supuestas apariciones».
El texto del cardenal Fernández profundiza en los errores doctrinales. Entre los «elementos problemáticos», señala la comparación entre la cruz de Dozulé y la de Jerusalén «porque corre el riesgo de confundir el signo con el misterio y dar la impresión de que se puede reproducir físicamente lo que Cristo ya ha realizado una vez para siempre».

La carta incluye también frases de los mensajes consideradas teológicamente inaceptables, como que «todos los que hayan venido a arrepentirse a los pies de la cruz gloriosa serán salvados» o que «la cruz gloriosa perdonará todos los pecados».
«El Dicasterio observa que la cruz no necesita 738 metros de acero o cemento para ser reconocida: se eleva cada vez que un corazón, bajo la acción de la gracia, se abre al perdón», concluye el documento de Doctrina de la Fe, que reivindica que la fe no depende de ningún monumento.