«…por vosotros y por muchos» - Alfa y Omega

«…por vosotros y por muchos»

La nueva fórmula de consagración del cáliz («por muchos» en lugar de «por todos los hombres») no pretende excluir a nadie de la redención obrada por Cristo; esto, simplemente, iría contra la Revelación

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Foto: REUTERS/Claro Cortes

La ya cercana introducción en nuestra liturgia eucarística de la fórmula de consagración del cáliz en su nueva versión castellana («por vosotros y por muchos» en lugar de «por vosotros y por todos los hombres») está suscitando numerosas reacciones. No es de extrañar, pues todo lo que afecta a unas palabras que están tan hondamente marcadas en el corazón del creyente no puede dejarlo indiferente. Pero se perciben a veces algunas tomas de postura que cuestionan la oportunidad, e incluso la legitimidad, de semejante cambio. ¿No se está estrechando con ello el alcance de la salvación traída por Jesucristo? Al decir «por muchos» y no «por todos», ¿no será que hay algunos a quienes esta salvación no les es accesible?

Hemos de explicar primero lo que este cambio no quiere decir. No pretende excluir a nadie de la redención obrada por Cristo; esto, simplemente, iría contra la Revelación atestiguada en otros lugares de la Escritura. Dios, en efecto, «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2,4). Este designio de salvación universal es el que mediante la entrega de su sangre realiza Cristo, único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2,5). Es por ello desacertado entender este cambio en nuestra liturgia en sentido restrictivo; como si en lugar de «por muchos» se dijera «por pocos». No: en el horizonte de la entrega de Jesucristo están todos los hombres. Que son, ciertamente, una gran multitud: «muchos». Cuando la traducción litúrgica vigente hasta ahora interpretó el latín pro multis como «por todos los hombres», estaba ofreciendo una comprensión certera de lo que late en esos «muchos».

Pero entonces, ¿por qué cambiarlo? Por fidelidad a la palabra de Jesús. Él, en efecto, no dijo «por todos» sino «por muchos» (Mateo 26,28; Marcos 14,24); tanto el arameo (lengua empleada por Jesús) como el griego (lengua que en los Evangelios nos ha transmitido sus palabras) distingue entre ambos conceptos, de modo que hemos de aceptar lo que Jesús dijo; por ello, la traducción más fiel es la que mejor respeta esa decisión. Así lo ha entendido la liturgia romana en la fórmula latina: «pro vobis et pro multis».

Pero además, la nueva traducción castellana nos abre un horizonte para comprender este momento decisivo en la vida del Señor. En efecto, esos «muchos» por los que derrama su sangre nos evocan aquellos «muchos» que el Siervo del Señor justificó mediante la entrega de su vida: «Mi siervo justificará a muchos», porque cargó con los crímenes de ellos» (Isaías 53,11); «él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores» (53,12). La entrega eucarística de Cristo realiza así la misión del Siervo, llenando de contenido, de carne y sangre, esa enigmática figura del Antiguo Testamento. Tal y como afirma Jesús sobre sí mismo en otro denso pasaje evangélico, aludiendo también a este oráculo de Isaías, «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos»(Marcos 10,45). La traducción «por muchos» nos permite captar esta importante alusión bíblica, que de otro modo pasaría inadvertida; así comprendemos que Jesús es el verdadero Siervo del Señor.

«Muchos intentarán entrar y no podrán»

Una última observación. Cristo ofrece su vida por todos los hombres, por «el mundo»: así interpreta el Evangelio de Juan las palabras de la Eucaristía («Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo»: Juan 6,51). Sin embargo, por desgracia no todos lo acogerán: «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (Juan 1,11). La traducción «por muchos», que originariamente apunta a la apertura universal de la salvación obrada por Jesucristo, expresa también la trágica posibilidad de que no todos los hombres se beneficien efectivamente de ese don. Cuando le preguntaron: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?», Jesús respondió: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (Lucas 13,23-24). La nueva traducción castellana evita una comprensión ilusoria de las palabras que pronunció el Maestro en la Última Cena, como si por la ofrenda de amor de Jesucristo estuviéramos ya definitivamente salvados; nos previene así ante la desgraciada eventualidad de que, en mal uso de nuestra libertad, no queramos acoger el regalo de la salvación y de la gracia, excluyéndonos así de esos «muchos» a los que Jesús desea justificar. Es por ello un estímulo saludable a abrirnos al don de la salvación que él nos trae.

«Por vosotros y por muchos». La nueva traducción, no solo legítima sino también oportuna, nos recuerda en fin una exigencia fundamental de nuestro Bautismo: ponernos en camino para que la salvación de Jesucristo y la vida nueva del Evangelio alcance a «muchos». Resulta así un estímulo para la misión, con el gran deseo de colmar aquella «muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas» salvada por Cristo, el Cordero (Apocalipsis 7,9).

Luis Sánchez Navarro
Catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad Eclesiástica San Dámaso