«Por primera vez encaja todo»
El Centro Español de Sindonología presenta en su Convención Nacional nuevas pruebas de que el Sudario de Oviedo y la Sábana Santa envolvieron al mismo hombre
«Simón Pedro entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado [sobre sí mismo] en un sitio aparte». Ese sudario «que cita el evangelio de san Juan lo tenemos en España desde el siglo VII, y debemos conseguir que la gente se entere». Es el Sudario de Oviedo, afirma Jorge Manuel Rodríguez, presidente del Centro Español de Sindonología, entidad que estudia la Sábana Santa de Turín y otras reliquias de Cristo.
El sudario del que habla el Evangelio no cubrió la cabeza de Cristo en el sepulcro, sino antes: «Los judíos estaban obligados a cubrir la cabeza de alguien cuando moría con el rostro desfigurado. Para ellos, el hombre es imagen de Dios y ven la desfiguración como una blasfemia», explica Rodríguez. Además, los crucificados solían morir con los pulmones encharcados, «sobre todo si habían sido flagelados. Al moverlos para descolgarlos, podía caerte encima líquido de los pulmones y sangre». Para evitar mancharse y quedar impuros, antes de bajar al ajusticiado de la cruz le envolvían la cabeza en un pañuelo.
Al hombre del Sudario de Oviedo «le cosieron un extremo de la tela al pelo de la nuca y a un lado de la cabeza» –relata este investigador–. El brazo derecho, más alto, impidió que se la envolvieran del todo. Así permaneció unos 15 minutos. Cuando lo bajaron de la cruz, «estuvo tumbado boca abajo en el suelo unos 45 o 60 minutos, probablemente mientras lo desclavaban del madero horizontal. Terminaron de rodearle la cabeza con el sudario e hicieron un nudo. Con la cabeza así envuelta, lo transportaron hasta el sepulcro». Con cada movimiento, la sangre y el líquido pulmonar salían a borbotones y manchaban la tela. Al llegar, le quitaron el sudario y lo dejaron aparte, en el suelo. Así lo vieron, al tercer día, Pedro y Juan.
Esta reconstrucción de los hechos, totalmente apoyada en pruebas científicas, es fruto del trabajo del Equipo de Investigación del Centro Español de Sindonología –EDICES–, que Rodríguez ha vivido en primera persona desde sus inicios en 1989. Forman el equipo científicos creyentes y no creyentes, de distintos ámbitos y disciplinas. También indagan si el Sudario y la Sábana Santa envolvieron al mismo hombre, como parece indicar el hecho de que ambas telas comparten sangre del mismo grupo –AB– y polen de las mismas plantas de zonas desérticas.
Forenses y escultores
Los hallazgos más recientes del Centro se van a presentar este fin de semana en Córdoba, durante su IV Convención. Por ejemplo –adelanta Rodríguez–, el doctor Alfonso Sánchez Hermosilla, jefe de sección del Instituto de Medicina Legal de Murcia-Cartagena, «ha encontrado en la tela coágulos de fibrina», una proteína. Esto «indica que en los pulmones de la persona envuelta había lesiones, probablemente fruto de la flagelación. Además, afirma que para que saliera «tanto líquido» al mover el cadáver, «hace falta que hubiera otra entrada de aire en los pulmones»; como una herida de lanza.
Otro miembro del equipo, Juan Manuel Miñarro, profesor de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, «ha esculpido cómo sería el rostro» de Jesús «a partir de un estudio geométrico de la Sábana Santa. Al colocar el Sudario sobre este rostro, coinciden todas las heridas. Ha sido la primera vez que ha encajado todo».
- Gran parte de la tela está cubierta por dos grandes manchas, simétricas respecto a una línea que es una doblez. El lado izquierdo estuvo en contacto con la cara. La tela estaba doblada por la línea que separa las manchas, y el líquido traspasó al otro lado, el derecho.
- La parte más intensa de la mancha de la izquierda es la zona entre la nariz y los labios. La mancha vertical hacia arriba es el tabique nasal, que conecta con una mancha en parte de la frente. Un coágulo –visible en la Sábana Santa– impidió que la sangre fluyera al otro lado de la frente.
- En la esquina inferior izquierda hay manchas de sangre: dos difusas dejadas por el pelo; y, más arriba, puntos de pequeñas heridas punzantes que sangraron cuando el hombre todavía estaba vivo.
- Las arrugas que confluyen hacia la esquina superior derecha se produjeron en el lino al hacer un nudo para sujetarlo.