Pobres con trabajo
El 30 % de los pobres españoles tiene trabajo, tan precario que no les permite salir de su situación de pobreza. Lo denunció la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que ha lanzado una campaña para dar visibilidad a las personas sin hogar y romper estereotipos
Cuando Laura Guijarro comenzó a trabajar hace dos años en un centro residencial de Barcelona para personas sin hogar de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, «me era difícil distinguir entre mis compañeros de trabajo y las personas que residían en el centro». Lo contó hace una semana durante la presentación de la campaña La Vida Misma, que la orden de San Juan de Dios ha lanzado para dar visibilidad a las personas sin hogar y romper estereotipos.
Guijarro, representante española ante la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que Trabajan con Personas sin Hogar (FEANTSA), desmontó uno a uno los tópicos que afectan a los sintecho. «Todavía una parte de la ciudadanía opina que las personas sin hogar son personas que tienen problemas de adicciones, o de salud mental, y que están en esa situación porque no han tomado buenas decisiones en la vida, porque no llevan una vida moralmente correcta o porque no se saben gestionar». Nada más lejos de la realidad. En la actualidad, el perfil de las personas sin hogar «no se corresponde con el del clásico indigente o vagabundo». Hoy en la calle —dijo— encontramos «personas que se han quedado sin trabajo o que han sufrido una ruptura familiar, mujeres que han sufrido violencia de género, familias monoparentales…».
En España existen 40.000 personas en situación de calle y casi tres millones viven con menos de 342 euros al mes. Hay también cinco millones de ciudadanos víctimas de la pobreza energética. Lo llamativo, sin embargo, es que un 30 % de las personas en situación de pobreza tienen trabajo, pero resulta tan precario que no les permite salir de su contexto.
Cadáver social
Todos los tópicos denunciados por Guijarro los desmontó al unísono Vicente Ramón, quien hace un lustro dormía en la calle. Licenciado en Geografía e Historia, trabajaba como anticuario y llevaba una vida de lo más corriente hasta que en 2012 perdió su trabajo. De la noche a la mañana dejó de poder hacer frente a las facturas y, así, un día le cortaron la luz, al día siguiente el teléfono, otro día no tenía agua y, por último, los caseros le cambiaron la cerradura. Vicente Ramón se quedó en la calle. Según sus propias palabras, «me convertí en un cadáver social».
En su nueva situación todos le dieron de lado, incluida su familia, porque «había dejado de ser una persona para convertirme en un problema». Llegó incluso a creer que había llegado su hora.
Todo empezó a cambiar cuando enfiló sus pasos primero hacia el albergue San Juan de Dios y, posteriormente, al de Santa María de la Paz, ambos de la Orden de San Juan de Dios. «Allí empecé a remontar. Fue mi tabla de salvación. Logré recuperar el control de mi vida». También aprendió a evitar culparse por todo lo que había pasado para que acabara en la calle.
La campaña La Vida Misma anima a la ciudadanía a colaborar con entidades que trabajan con estos colectivos y a denunciar en las redes sociales la situación de las personas sin hogar. Sin olvidar que la prevención pasa por comprar en empresas que garanticen condiciones dignas a sus trabajadores.