Pierangelo Sequeri: «La familia es la vanguardia del nuevo cristianismo»
El presidente del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia asegura que «el futuro de la Iglesia depende de las familias», pero «no hay nuevos instrumentos»
El Papa Francisco ha convocado para este 2021 un año especial dedicado a la familia con el objetivo de continuar el camino abierto por Amoris laetitia. Será inaugurado el 19 de marzo, solemnidad de san José, y concluirá con la celebración del X Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Roma en junio de 2022.
Han pasado casi cinco años de la publicación de la exhortación del Papa Amoris laetitia. ¿Qué ha cambiado desde entonces en la Iglesia?
Todavía no ha cambiado mucho. Pero la Iglesia ahora sabe que el cambio es irrefutable. Antes, en las parroquias, la familia era el terreno sólido sobre el que construir otras cosas. Pero esto ya no es así. San Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco han concentrado sus esfuerzos en la necesaria atención eclesial a la familia, porque han entendido que la familia es la vanguardia del nuevo cristianismo. Pero se está retrasando su implementación porque la Iglesia todavía no está preparada.
¿De ahí que el Papa haya decidido dedicar un año a las familias?
El Papa sabe perfectamente que el futuro de la Iglesia depende de las familias. El problema es que no hay nuevos instrumentos. Se siguen usando las metodologías del pasado, como la asistencia a las familias más necesitadas o la atención pastoral. Son necesarios mecanismos más creativos para pasar de la teoría a la práctica. Los aparatos son insuficientes para realizar la forma del cristianismo del futuro.
¿Puede poner un ejemplo práctico?
La participación de los laicos en la vida eclesial debe ser una realidad, no solo algo limitado que se reduce a pasar el cepillo en las Misas del domingo. Los sacerdotes en general son muy generosos y mantienen una buena relación con las familias, pero a veces no son humildes. Los laicos saben más de la vida cotidiana de una familia y es justo que se lo recuerden. La función de los sacerdotes es precisamente dar luz al Evangelio, pero tienen que aceptar que hay cosas que se les escapan, porque ellos no tienen familia. Está bien que den consejos sobre la educación de los hijos o las relaciones matrimoniales, pero deben dejar espacio a quienes lo viven en su día a día. Las familias no pueden simplemente imitar la espiritualidad de los sacerdotes, sino que tienen que ser valientes y llevar su propia espiritualidad a la Iglesia.
¿Cuáles son los principales retos que afrontan las familias?
Hay problemas sin duda de índole material como la crisis económica. O la falta de compromiso de la política con las familias. Pero la principal dificultad es el oscurecimiento de la familia en favor de la pareja de enamorados. La teología eclesiástica ha incorporado un cierto romanticismo que hoy se ha convertido en un objeto de consumo superficial. Esto se daba ya en la política y en la economía, donde se manejan campañas para hacer de la vida y el bienestar de la pareja la finalidad de todo. Hemos pensado que resolviendo la pareja todo el resto estará en orden como consecuencia, pero no es así. La felicidad de la pareja no es una clave de lectura exclusiva. Por ejemplo, no tenemos una idea clara de cómo es la felicidad en la red de constelaciones familiares. Aquí la Iglesia tiene una oportunidad de mostrar su concepción de familia.
El confinamiento ha permitido a muchas familias pasar más tiempo juntos, pero dicen los expertos que también ha agravado la violencia en el hogar.
No estoy de acuerdo en que haya aumentado la violencia doméstica. Sencillamente se ha concentrado en un periodo de tiempo. El confinamiento ha eliminado las válvulas de escape y ha impuesto a muchas mujeres estar encerradas con sus maltratadores, pero esa violencia ya existía previamente en la relación. Estaba en la raíz, solo que durante la pandemia ha explotado más frecuentemente. No podemos usar la pandemia como coartada, la violencia doméstica se combate con un programa de 360 grados. No solo con la denuncia, la justicia o la asistencia, sino con programas constantes y generales de atención a la familia. El Papa dice Fratelli tutti, y eso se traduce también en una buena comunidad de vecinos que monitoreen la temperatura afectiva de los que están cerca.
En esta segunda ola, los mayores brotes de contagio de coronavirus siguen dándose en las residencias de mayores. ¿Qué solución ve?
A los ancianos se les ha pedido un suplemento de clausura durante la pandemia. Pero no podemos aceptar como normal que, cuando una persona llega a cierta edad, sea excluido de forma sistemática del círculo familiar. Hay situaciones en las que el anciano necesita asistencia médica 24 horas y es difícil hacerlo en casa. Pero la total privación del contexto doméstico para el anciano, que se acaba convirtiendo en un átomo de la sociedad separado de la familia, de ninguna manera es aceptable. Hay que encontrar otros modos que garantice al anciano los cuidados que no puede hacer la familia. Esto pasa por incrementar la red domiciliar de asistencia.
¿Qué diría que falta a las políticas familiares?
Ni a la política ni a la economía les interesan las familias. Una familia ahorra, mientras que los individuos solos tienden al consumo. Sí, hay políticas asistenciales que ayudan a las familias en dificultad, pero subsiste un mecanismo perverso, fruto de una cultura ególatra, que insta a realizarse como individuo y no como familia. No hay políticas que apoyen el equilibrio y la armonía que tiene que haber entre el cuidado de los vínculos familiares y la realización del individuo. Parece que son opciones excluyentes.
Sin embargo, son muchas los aspectos positivos que las familias aportan a la sociedad…
El problema de la sociedad hoy es que no hay modelos válidos de integración entre la realización del individuo y del bien común. Y esto justo se aprende en el núcleo familiar, que es una verdadera escuela de los afectos. En la familia aprendemos que hay formas positivas de sacrificio. Es decir, que la limitación del propio deseo hace feliz al otro. La familia es una inyección de sociabilidad frente al individualismo.
El sacerdote italiano Pierangelo Sequeri aprendió a leer partituras cuando todavía era un niño. Hijo de músicos, nació en Milán en 1944, y fue ordenado sacerdote en 1968. Cuatro años más tarde se doctoró en Teología. Ha trabajado como docente en varias universidades. Sus trabajos de investigación se destacan por tender puentes entre la teología, la filosofía, la psicología, la estética y la música. En 2009, Benedicto XVI lo incluyó en la Comisión Teológica Internacional. Desde 2016 es el presidente del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, un centro a la vanguardia académica en propuestas de pastoral familiar.