Picasso. Lo sacro y lo profano - Alfa y Omega

Picasso. Lo sacro y lo profano

El Thyssen-Bornemisza acoge una muestra que confronta el universo estético del pintor con la tradición cultural y religiosa

Javier García-Luengo Manchado
'La crucifixión' de Pablo Picasso. Musée national Picasso-Paris, dación Pablo Picasso, 1979
La crucifixión de Pablo Picasso. Musée national Picasso-Paris, dación Pablo Picasso, 1979. Foto: Sucesión Pablo Picasso, Vegap, Madrid.

Picasso. Lo sacro y lo profano es el título de la exposición con la que el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid conmemora el quincuagésimo aniversario de la muerte del genial malagueño; luctuosa efeméride que viene centrando buena parte de la actividad museística y expositiva a nivel internacional, dada la consideración del autor de El Guernica como guía —incluso progenitor— de múltiples aspectos definitorios y rupturistas de la vanguardia, polémicas de toda índole incluidas.

La presente exposición, comisariada por Paloma Alarcó, se articula en torno a tres grandes capítulos: «Iconofagia», «Laberinto personal», «Ritos sagrados y profanos». En cierto modo, vertebra dichas secciones el interés a la hora de confrontar el universo estético del malagueño respecto a la tradición, a la herencia cultual y cultural, religiosa y mitológica, que cimientan los valores propios de la sociedad europea. Para tal fin se han reunido 22 obras de Picasso, que dialogan con otros significativos cuadros de destacados maestros del Renacimiento y el Barroco.

Nuestro recorrido arranca con la influencia que la pintura española del Siglo de Oro ejerció en la trayectoria de quien llegara a ser director honorífico del Museo del Prado. Así comprobamos la importancia de la concepción espacial de El Greco en la construcción del cubismo o la asimilación de diversos paradigmas de Zurbarán y Ribera en el sentido volumétrico de las propuestas picassianas desarrolladas durante los años 30 o 40. En «Laberinto personal», se contraponen los más singulares temas de Picasso a partir de la tercera década del siglo XX, en paralelo con otros ejemplos de la historia del arte, enfatizando el gusto que nuestro protagonista siempre mostró por la familia, recreando en múltiples ocasiones el amor de la madre para con sus hijos. Es por ello que también encontramos diferentes interpretaciones de la Sagrada Familia, sobresaliendo los modelos acuñados por Murillo o Rubens.

El último apartado de la exposición reúne una serie de óleos donde, desde la tradición clásica y sus mitos hasta llegar a la iconografía cristiana, Picasso asumió la idea de sacrificio, de víctima propiciatoria, recreándola a partir de una concepción eminentemente antropológica y etnográfica. Así lo advierten las palabras del malagueño con las que se abre esta muestra: «Pintar no es una operación estética; es una forma de magia para oficiar de mediadora entre este extraño y hostil mundo y nosotros».

Descuellan en estas salas los estudios preliminares que Picasso realizó para El Guernica, sobresaliendo sus personales interpretaciones de La Piedad, donde el lenguaje cubista se torna en expresión máxima de la agonía y el horror. Es aquí donde encontramos su célebre Crucifixión. El carácter enigmático de este pequeño óleo, su dramatismo y su sentir desasosegado, no resultan lejanos al ya citado Guernica, icono del siglo XX, al cual incluso H. Read llegó a darle una interpretación religiosa. No es por ello extraño que la fuerza cromática, iconográfica y expresiva de esta crucifixión luzca junto al cuadro homónimo del Maestro de la Virgo inter Virgines, o al sentido ritual con la que el malagueño concibe su afición taurómaca. En definitiva, una vez más, Picasso, su mirada contemporánea y su quehacer personal y versátil nos descubren la tradición como baluarte para la renovación.