Personas sin hogar: José y Miguel vuelven a la vieja normalidad
Muchas personas sin hogar vuelven a la calle una vez pasado el confinamiento, pero son muchas las voces que piden cambiar el sistema de acogida. «Lo que no puede ser es que la nueva normalidad de las personas sin hogar sea volver a la vieja normalidad», dicen desde RAIS
«Hemos estado tres meses aquí, y la verdad es que nos han tratado muy bien, pero ahora esto se ha terminado y ha llegado el momento de buscarnos la vida», dice José, de Móstoles. Junto a otras 50 personas sin hogar, ha pasado el período de confinamiento en el albergue de Los Molinos, cedido por los maristas a la Comunidad de Madrid, un recurso de urgencia que el lunes cerró sus puertas, como están haciendo uno a uno todos los alojamientos de emergencia.
Junto a él está Miguel, de Leganés. Ambos se encontraban trabajando a principios de marzo, pero el ERTE de uno y el cierre del restaurante en el que trabajaba el otro les llevaron a buscar ayuda. La que han encontrado durante estos tres últimos meses ya se ha terminado. Entre sus compañeros de albergue los hay que van a poder disponer de ayudas para salir adelante, pero otros no. Al hablar con ellos, las palabras que salen de su boca son incertidumbre, inseguridad y miedo. «Mientras no tenga nada, ¿qué hago?», dice Miguel.
Su sensación es compartida por buena parte de las 7.300 personas sin hogar en toda España que han podido pasar el confinamiento en un recurso habilitado por la Administración. Uno a uno, desde hace días ya están cerrando todos los alojamientos de emergencia, y muchos se encuentran de nuevo a las puertas de la calle.
«Es lamentable lo que está pasando», denuncia Esperanza Vera, presidenta de Bokatas, una de las ONG que trabajan con personas sin hogar en Madrid. Asegura que desde las administraciones «se están haciendo esfuerzos» para que estas personas puedan seguir teniendo un techo bajo el que dormir, como por ejemplo mantener abiertos los albergues de la campaña del frío, pero sigue habiendo personas «que no tienen otra alternativa que volver a la calle».
Sin embargo, incluso aunque siguieran abiertas todas las plazas, «el modelo de acogida no puede seguir siendo el mismo. En realidad, nadie quiere vivir en un lugar masificado como el IFEMA; como recurso de emergencia está bien, pero ahora es el momento de repensar qué se quiere hacer para solucionar el sinhogarismo».
Para Vera, «el típico albergue masificado es funcional pero no basta. No es lo mismo tener un techo que tener un hogar». Por eso aboga por soluciones ya probadas como los pisos compartidos o iniciativas como Housing First, que «apuntan a un cambio de modelo que es ya imprescindible», concluye la presidenta de Bokatas.
Es el momento de cambiar el sistema
Maribel Ramos, subdirectora de la fundación RAIS, reconoce que «durante estos meses las administraciones se han esforzado en realizar un buen trabajo, y es difícil tomar decisiones a partir de ahora. Hay que ser conscientes de que lo que no se ha resuelto en todos estos años no se va a poder hacerlo en cuatro meses, en medio de una pandemia mundial».
Durante el confinamiento, desde los ámbitos locales, autonómicos y estatal se han habilitado 7.300 plazas de emergencia, «y es comprensible que vayan desapareciendo poco a poco porque se trataban de alojamientos de emergencia», pero ahora es el momento de «intentar cambiar el sistema», asegura.
La subdirectora de RAIS cita la última encuesta del INE cuando afirma que las personas sin hogar cuentan habitualmente con 20.000 plazas de alojamiento. «Si hay más de 7.000 personas que han tenido que ser acogidas de urgencia, eso quiere decir que un tercio de las personas sin hogar en España no cuentan con un recurso estable». Además, de las 7.300 plazas de emergencia, más del 90 % han sido alojamientos colectivos, no recursos que puedan ser calificados como vivienda ni hogar. En estos alojamientos de urgencia, las comunidades autónomas han gastado doce millones de euros, lo que revela «el gran déficit de financiación que tiene el sistema de acogida en España».
Todos estos datos apuntan a un modelo de acogida «totalmente insuficiente». «El sistema ya estaba mal antes del confinamiento», denuncia Ramos, por lo que «las actuaciones a partir de ahora tienen que ser radicalmente distintas a lo que se venía haciendo. Lo que no puede ser es que la nueva normalidad de las personas sin hogar sea volver a la vieja normalidad».
En este sentido, Ramos valora positivamente la modificación del Plan estatal de vivienda anunciado por el Gobierno, que contempla el acceso específico a la vivienda por parte de las personas sin hogar. «Ahora las comunidades autónomas tienen que desarrollarlo, y Valencia y Andalucía ya están trabajando en ello. Se están empezando a dar pasos. Tenemos que ser suficientemente inteligentes para aprender de lo que ha pasado y solucionar de manera efectiva esta situación».
En España hay 20.000 plazas de alojamiento para personas sin hogar.
Otras 7.300 plazas se abrieron durante el confinamiento como alojamientos de emergencia.
Las comunidades autónomas han empleado doce millones de euros en habilitar recursos de urgencia.
Pasado el Estado de alarma, 1/3 de las personas sin hogar en España vuelven a quedar fuera del sistema.