Pérez Castells, profesor de Farmacia: «No hace falta suspender las patentes de las vacunas»
El catedrático de Química Orgánica y Farmacéutica de la Facultad de Farmacia de la Universidad CEU San Pablo abordó en el V Congreso Nacional de Bioética de esta institución los desafíos bioéticos que presenta la industria farmacéutica
Ahora que todo el mundo mira a la industria farmacéutica con más interés por las vacunas frente a la COVID-19, ¿qué cuestiones se juegan en este sector, que justifiquen abordarlas en un congreso de bioética?
La primera decisión es qué se investiga. Como todo está en manos de compañías privadas porque es carísimo, no se les puede pedir que investiguen algo sin viabilidad económica. Por eso se hace muy poco para enfermedades del tercer mundo o huérfanas, pero también en temas muy importantes para todos como las infecciones bacterianas. Necesitamos más antibióticos. Antes había un cierto balance porque algunos fármacos salían de institutos públicos o compañías más pequeñas.
Tras haber conseguido una vacuna entre una empresa y la Universidad de Oxford, pública, ¿se podría recuperar esto?
Pensar que los organismos públicos desarrollen fármacos no tiene visos de realidad. Pero siempre está bien decir que se invierta en investigación básica, porque para instalarse y hacer ensayos clínicos las farmacéuticas buscan países con esa capacidad.
¿Y luego?
Los ensayos clínicos tienen que tener un control exhaustivo. Eso en general se hace bien. El momento más importante es la aprobación y la fijación del precio. Burocráticamente, la aprobación es demasiado larga. Además España tiene el récord, y para un fármaco ya aprobado por la EMA puedes esperar dos años. La pandemia ha demostrado que se puede hacer mejor.
Los precios de los medicamentos: ¿son exagerados o justos para compensar una inversión?
Es bastante discutible eso de que proporcionan demasiados beneficios. Es verdad que en Estados Unidos las compañías fijan el precio con casi total libertad y abusan. Hay casos en que una compañía compra a otra y sube el precio de un medicamento diez o 15 veces, o lo sube continuamente por la demanda. Eso genera parte de su mala imagen.
En Europa es totalmente distinto porque al haber sistemas públicos muy fuertes los gobiernos tienen la sartén por el mango. Algunos están a la mitad de precio que en Estados Unidos. Pero se tendría que hacer algo y no se está haciendo.
¿El qué?
Cuando sale un fármaco nuevo no hay que quedarse en si es caro o barato, sino valorar el impacto en otros gastos que puede disminuir (tratamientos más complejos, hospitalizaciones o pérdida de jornadas laborales) y en los años de vida con calidad que proporcionan. Se puede hacer una hipótesis, y después hay quien propone reevaluarlos al cabo de unos años y si las cosas no han salido de la forma prevista que las compañías devuelvan parte de lo cobrado.
¿Se puede cubrir todo para todos?
Cuando no hay, se debe elegir a quién se da, pero con criterios complejos como el estado de salud. Un criterio como la edad, en frío, no vale. Existe un riesgo grave de etarismo, discriminación a los mayores: cuando llegan con una enfermedad grave de los deshumaniza, con cosas como «ya ha vivido bastante, no vamos a darle este tratamiento tan caro».
Creo que se quiere crear un conflicto intergeneracional. Se está metiendo en la cabeza a las generaciones jóvenes que su futuro está coartado por el enorme peso de las generaciones mayores, que viven demasiado y generan un gran gasto. Insisto a mis estudiantes para que no se dejen llevar y piensen en lo que harían con su madre.
¿Ha cambiado cómo se percibe a la industria farmacéutica como consecuencia de la pandemia?
Yo creo que ha polarizado un poco. La minoría que ya tenía una mala imagen quizá se han radicalizado algo más. Pero para la mayoría no han quedado mal, por la agilidad con la que han funcionado, la rapidez de la investigación… Sí hay gente que ha visto que no han sido flexibles con la búsqueda del beneficio. Pero creo que en general se ha comprendido su importancia. No se puede dejar de reconocer que es de los principales agentes que han aliviado el problema.
No parece que la desconfianza (por la rapidez, la innovación con ARNm, los efectos secundarios o una supuesta ineficacia) esté limitada a los que ya sospechaban. Personas vinculadas con el sector han encontrado altavoces públicos importantes.
La desconfianza antes de que comenzara la vacunación se puede entender. Pero los resultados han sido extraordinarios. Es evidente que no hay nada con riesgo cero, pero los efectos secundarios son muy escasos. Y esos grupos han quedado reducidos a grupúsculos.
También ha habido errores de información. Por ejemplo, no se ha informado bien sobre la vacunación a los niños. No se hacía para protegerlos, porque no lo necesitan.
¿Es lícito éticamente hablando vacunar a alguien para proteger a otro?
Los estudios se hicieron bien y no se les sometía a un riesgo importante. Así sí se puede hacer, si no es de forma obligatoria y si se informa para facilitar que los padres, si no quieren, no los vacunen. Vacunar en los colegios no me pareció buena idea porque es más complicado tomar decisiones con libertad.
¿Qué efectos puede tener recibir refuerzos continuamente?
Ya se sabía, y es normal, que la inmunidad frente a un virus pariente del de los catarros no iba a ser muy larga. Y con ómicron ha perdido eficacia para frenar la infección. Pero la gente de las UCI te dice que llegan solo con delta o no vacunados. No parece, y lo digo intuitivamente porque no tengo datos, que sea conveniente estar repitiendo la vacunación con demasiada frecuencia. Una vez al año no parece una locura, pero cada tres meses… Otros dicen que ya no se pongan más salvo a personas muy concretas. No lleguemos al otro extremo de no poder decir algo así sin que te etiqueten de negacionista.
¿Han hecho las farmacéuticas lo suficiente para que la vacuna llegue a todos?
Se pretende que sean lo que no son: una ONG o un gobierno. Sí tienen que ponerla a disposición de todo el mundo, y para ello tener la ayuda de los gobiernos. Ha habido compras de dosis para el tercer mundo y otras han sobrado pero no se han llevado porque es complicado.
No creo que haga falta llegar a la suspensión de las patentes, porque es mediático y queda bien pero no va a ser posible que alguien fabrique en otro sitio con una tecnología tan puntera. Hay muchas otras herramientas. Las farmacéuticas ya venden a precios más bajos en esos países, y hacen acuerdos para que otros fabriquen sus medicamentos.
¿Hay una postura intermedia entre suspender las patentes y dejar todo a su buena voluntad?
Los gobiernos pueden comprar las vacunas para otros países, negociando el precio con la fuerza de la UE, la ONU o la OMS. Si la compañía dice que no tiene capacidad, ya se le puede decir que haga acuerdos y, si no puede cumplir, ya amenazar con suspender la patente.