Peregrinación jubilar diocesana. Roma, bajo la lluvia de la gracia - Alfa y Omega

Peregrinación jubilar diocesana. Roma, bajo la lluvia de la gracia

El cardenal arzobispo de Madrid, los obispos auxiliares y el Consejo episcopal al completo, cerca de 50 sacerdotes diocesanos, los 150 seminaristas del Seminario Conciliar y más de 500 peregrinos venidos de todos los rincones de nuestra archidiócesis, se dieron cita la pasada semana en la Ciudad Eterna para ganar el Jubileo. La peregrinación diocesana ha sido una de las más numerosas de España. Llovió, llovió mucho, pero la climatología no fue más que un signo de la gracia, que no vuelve a subir al cielo sin antes haber empapado la tierra

Javier Alonso Sandoica

El 26 de septiembre se inició la peregrinación oficial de la archidiócesis de Madrid a Roma, presidida por su pastor, el cardenal arzobispo Antonio María Rouco Varela. El grueso de la peregrinación lo formaron 518 peregrinos, que ya el primer día escucharon en la plaza de San Pedro las palabras de Juan Pablo II: Doy mi bienvenida a los peregrinos de lengua española. La peregrinación a Roma en este Jubileo os ha de introducir en un nuevo período de gracia y de misión: revitalizad vuestras comunidades situando la Eucaristía en el centro y entregándoos día a día a los hermanos.

Este Año Jubilar ha de ser intensamente eucarístico. La Eucaristía es la suprema celebración terrena de la gloria divina. El Santo Padre aludió a las dos cualidades que siempre acompañan la celebración eucarística: la grandeza y la humildad.

Ese mismo día, el arzobispo presidió la Eucaristía en la basílica parroquial de San Lorenzo in Dámaso, de la que es el cardenal titular. En ella recordó las palabras del Santo Padre e hizo una propuesta a todos los peregrinos para que vivieran su condición de cristianos con toda radicalidad, como Cristo en la Eucaristía, hasta la entrega de su propia vida. El día finalizó con una celebración penitencial en la basílica de San Pablo Extramuros. En su homilía el cardenal aludió a la importancia de iniciar la peregrinación diocesana desde la tumba de los apóstoles, donde está cimentada la fe de la Iglesia, refiriéndose a la basílica de San Pedro y a la de San Pablo Extramuros.

El día 28, los peregrinos participaron en la Eucaristía en San Juan de Letrán, presidida por el obispo auxiliar monseñor Fidel Herráez. En su homilía, aludió a la vocación de familia cristiana que tenemos todos los creyentes, y a la necesidad de la correspondencia de todo cristiano a la gracia. El cardenal Rouco concelebró la Eucaristía de funeral en sufragio de los Papas Pablo VI y Juan Pablo I, que presidió Juan Pablo II en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro. Una nutrida representación del Consejo episcopal madrileño también participó en esta celebración. El Papa recordó a Juan Pablo I en el día en que se cumplía el vigésimo segundo aniversario de su fallecimiento. Este año —dijo el Santo Padre en su homilía— la tradicional celebración en sufragio de mis venerados predecesores recibe en el tiempo de la gracia jubilar un especial significado y una gran eficacia espiritual. Tal eficacia no redunda sólo en beneficio de las almas de nuestros hermanos difuntos, sino también de todos nosotros, que nos reunimos en la oración. Es a nosotros a quienes se nos invita a meditar en la meta última de nuestro peregrinar terreno.

El día 29 tuvo lugar el acontecimiento más importante de la peregrinación diocesana: la Misa Jubilar, presidida por el cardenal en la basílica de San Pedro, que finalizó con un almuerzo de todos los peregrinos con su pastor. Y el día 30 los peregrinos participaron en la Eucaristía en la basílica de Santa María la Mayor, presidida por el obispo auxiliar monseñor Romero Pose. Esa misma mañana se presentó la documentación (13.804 folios) de causa de beatificación del Siervo de Dios monseñor José María García Lahiguera en la Congregación para las Causas de los Santos.

El domingo, 1 de octubre, y bajo una lluvia torrencial, los peregrinos participaron en el acto de canonización de los 120 mártires asesinados en China entre 1648 y 1930; así como de tres mujeres pioneras: Katharine Drexel, Josefina Bakhita, y María Josefa del Corazón de Jesús Sancho Guerra, primera santa vasca. Los peregrinos madrileños pudieron percibir el significado de las cuatro notas de la Iglesia que configuran nuestro ser en Cristo: una (por la unidad en la diversidad de idiomas y costumbres), santa (por el testimonio heroico de los nuevos santos), católica (por la universalidad que se visibilizaba en la plaza de San Pedro) y apostólica (precisamente en la sede del primer Papa, sobre el que se edificó la Iglesia de Cristo). Como decía un anciano italiano, que parecía no atender a la espectacular mojadura: La lluvia no importa, lo importante es que estamos aquí.