Perdonar las injurias
Si «el nombre de Dios es Misericordia», como dice el Papa, sus apellidos bien pueden ser los 14 modos que desde hace siglos propone la Iglesia para vivir y practicar el amor de Dios: las obras de misericordia. Estos son testimonios reales de cómo se puede vivir el Año de la Misericordia
Tener un hermano es sinónimo de tener un compañero de juegos, un confidente de secretos, un cómplice para travesuras, un apoyo en los problemas…, y un contrincante para peleas, discusiones y piques varios. Que se lo digan a Mariano y a Alfonso, de 8 y 5 años, que como buenos hermanos pasan del amor a la colleja, y de la colleja al abrazo, en un abrir y cerrar de ojos. Mejor no preguntamos qué cosas hace el otro para que se enfaden con él, y pasamos directamente a por qué se piden perdón después de una trifulca: «Pues porque si no perdono –dice Alfonso–, sigo enfadado y con rabia, y me quedo peor. Y encima él también se queda triste y salimos perdiendo todos». A Mariano se le nota la catequesis con la que la diócesis de Alcalá de Henares le prepara para la Comunión: «A veces perdonar me cuesta, porque estoy demasiado enfadado, y no quiero reconocer que a lo mejor he hecho algo mal. Pero cuando pides perdón, se lo estás pidiendo también a Jesús, que nos enseña que no perdonar es malo». «Lo que dice mi hermano es verdad –añade Alfonso–, porque Jesús nos va ayudando a que no nos volvamos a pelear, y a que si lo hacemos, nos cueste menos ir pidiendo perdón». Unas palabras que cualquier adulto puede hacer suyas cada vez que tenga que perdonar… si quiere «hacerse como un niño».