Paula y Juan, recién casados, dejan sus trabajos y se van de misión a Sierra Leona
«Queremos ofrecer los primeros momentos de nuestro matrimonio al Señor», asegura Juan, profesor de Religión. «Entregamos lo que tenemos, que es nuestra vida»
Un campo de trabajo con migrantes en Ceuta, en el verano de 2017, cambió la vida de Juan y Paula. Estos jóvenes, él de Madrid y ella de Pamplona, que ahora tienen 27 y 26 años, tenían ya su vida muy enfocada a la misión, pero cuando se conocieron allí todo empezó a concretarse. «Los dos habíamos hecho experiencias de misión por separado –cuenta Paula–, y sí que este mundo nos llamaba y nos planteábamos irnos en algún momento». Así que después de aquellas dos semanas en Ceuta, «muy intensas» en palabras de Paula y «un momento de encuentro con el Señor muy grande en la persona de los migrantes», añade Juan, esos caminos que ellos intuían por separado fueron cogiendo forma en pareja.
La misión se convirtió en un pilar en su relación, primero como amigos y ya después durante el noviazgo. «Cuando nos prometimos, pensamos que si nos íbamos a casar y realmente Dios nos llamaba a esto, era el momento para decirle que sí». A través de Manuel Cuervo, delegado episcopal de Misiones, se involucraron en el grupo de Jóvenes para la Misión como una manera de irse preparando, y además continuaron con el grupo de jóvenes que habían formado de aquella experiencia en Ceuta.
La boda estaba prevista para el 20 de junio de 2020 y el destino, Sierra Leona. No fue por casualidad que este país del África occidental fuera el elegido para comenzar a misionar como familia. El javeriano que les había invitado a ambos a la experiencia en Ceuta –organizada por los misioneros javerianos y las misioneras franciscanas de María–, les habló de monseñor Natalio Paganelli, también javeriano y obispo de Makeni, la ciudad más poblada al norte del país. A su vez, en la Delegación de Misiones también surgió el nombre de Paganelli. «Fue muy providencial, todo el mundo hablándonos del mismo sitio, y en fin, nosotros estábamos abiertos a ir a donde fuera», recuerda Paula.
La idea era partir nada más casarse. Se habían despedido de sus trabajos –Juan, como profesor de Religión en un colegio; Paula, como ingeniera industrial en una empresa de túneles de carretera– y les habían dicho a los invitados que no necesitaban ningún regalo de boda. «¡Si nos íbamos!», ríe Juan. Pero estalló la pandemia y, además de retrasar la boda un mes, al 18 de julio para que las familias pudieran desplazarse (se casaban en Pamplona), tuvieron que aplazar la misión: imposible ir a Sierra Leona con el mundo bloqueado por el coronavirus. Providencialmente, a Juan le reengancharon en su colegio y Paula encontró en noviembre otro trabajo.
Ofrecer la vida de matrimonio
Así las cosas, «este año ha sido también un tiempo de preparación, de fortalecer mucho más el matrimonio, de disfrutar uno del otro, de conocernos mejor todavía… Ha sido muy bonito», destaca Juan. Un 2021 que también ha servido de preparación para las familias del joven matrimonio. «Están contentos porque nos ven las ganas que tenemos de ir –explica Paula–, de hecho, al padre de Juan le pareció el mejor plan del mundo y nos decía que le daba hasta envidia; a nuestras madres les costaba un poco más, pero ahora, apoyo total».
Si todo siguen su curso, el próximo 14 de septiembre Juan y Paula volarán a Sierra Leona. Allí harán «apoyo al obispo en lo que nos diga», señala Juan. En principio, ya tienen algunas tareas asignadas, como la gestión de medicamentos de un hospital, formación a catequistas de allí… «La última vez que hablamos con él nos dijo que cuando llegáramos ya iríamos viendo», apunta Paula. Vida de misión al día.
¿Por qué una misión ad gentes y no otras experiencias de verano en misión? «Queremos ofrecer los primeros momentos de nuestro matrimonio al Señor –precisa Juan–, veíamos que era el momento perfecto, recién casados. Es una llamada del Señor, vamos para allá, entregamos lo que tenemos, que es nuestra vida». Porque «qué fuerte», interviene Paula aludiendo a inquietudes que ambos tienen, «que haya partes del mundo en las que la gente no ha oído hablar de Cristo», De manera que la misión es «dar eso a la gente que no ha tenido la suerte que hemos tenido nosotros, de poder conocerlo desde que somos unos niños».
Juan y Paula irán a Sierra Leona enviados por la archidiócesis de Madrid, formada por cristianos que, desde sus casas, «lo primero que pueden hacer por la misión, obvio, es rezar», dice el joven. «Y después, dar testimonio desde donde uno está, en su trabajo, en su casa, y animar a la misión, que creo que se nos olvida a veces». Que la gente que muestra deseos misioneros sienta el apoyo de los de su alrededor.
«La Iglesia sin misión se hubiera acabado en el siglo I; es una vocación real la de misionero», destaca Juan, abierta a los laicos porque «la fe no es algo solo de curas o monjas, es algo del cristiano; yo lo que hago en la misión es testimoniar la fe que tengo». Y Paula reconoce que «es verdad que esto no es para todos», pero anima a la gente «que siente esta llamada» a escucharla. «Hay que ser valiente y lanzarse, porque realmente si Dios te lo pide, es que va a merecer la pena».
No es la primera vez que Juan y Paula ofrecen su testimonio misionero. Ya lo hicieron el pasado mes de abril, en la catedral de la Almudena, durante la vigilia de oración por las vocaciones. Ahora, nos despedimos agradeciéndoles que de nuevo compartan su vida. «Bueno, ¡es parte de la misión también!», concluye alegremente Paula.