Guillermo Schavelzon (Buenos Aires,1945) lleva más de 50 años dedicados al libro y la edición en las facetas de librero, editor y agente literario. Ahora se presenta como autor para dejarnos una crónica colorida y muy pintona de ese múltiple desempeño que le ha relacionado tanto profesional como personalmente con primeros espadas del mundo de las letras de España e Iberoamérica. Su trepidante periplo le llevó al exilio en México perseguido por la dictadura argentina en los 70, y desde hace 20 años vive en Barcelona. Fundó las editoriales Galerna en Argentina y Nueva Imagen en México, en los 80 trabajó en Alfaguara España y la década siguiente en Planeta Argentina y, en 1998, montó su agencia literaria.
Esta vasta experiencia la resume aquí Schavelzon con la picardía del veterano que sabe bien qué historias funcionan, cuáles nos enganchan sin tregua y qué detallitos nos hacen ir vibrando con los protagonistas. Despliega todo un anecdotario en capítulos breves que dedica al recuerdo de casi 40 grandes nombres a los que trató de cerca, algunos en profundidad, que forman parte del imaginario sentimental del buen lector de nuestro tiempo, tales como Gabriel García Márquez, Mario Benedetti o Juan Rulfo. En ocasiones nos los desmitifica, como es el caso de Quino, padre de Mafalda, el de Diego Armando Maradona o el de Edith Aron, «la maga de Rayuela». Otras veces nos hace amarlos aún más, como es, tirando de este último hilo, el caso de Julio Cortázar, con el que derrocha ternura al presentarlo como una persona amable desde el primer encuentro, extraordinariamente sencilla («viajaba con dos mudas en un bolso de mano»), cuidadoso de la intimidad familiar y capaz de ruborizarse ante la ovación del público entregado. Mención aparte merece la narración del trágico final en el que estuvo atendido por su primera esposa y última compañera, Aurora Bernárdez, quien decidió instalarse en su casa ante el avance inexorable de la leucemia para atenderlo y hacerle de comer sus viandas favoritas, como milanesas con puré y flan con dulce de leche.
Leemos cómo el apasionado desempeño de Schavelzon, o Willie como le llama Cortázar en sus cartas, le llevó a lidiar con las más variopintas tensiones de la cadena del libro, colocado en papeles muy poco reconocidos de catalizador de intereses para llevar a buen término la publicación y pervivencia de grandes producciones literarias que debiéramos reconocer como un bien social. Lo que más claro queda es que, sobre todas las vicisitudes proliferó el cariño y el respeto, el afecto sincero de Schavelzon hacia los escritores en su cometido de acompañarlos. Sí, hay denuncias como la del «editor estrella» (y apunta varios) que se coloca por delante del autor, también reivindicaciones como la de la figura del traductor y la del intelectual. Pero, sobre todo, estas páginas, que se leen de un tirón, dan cuenta de las relaciones cordiales que llegaron a consolidarse para Guillermo como grandes amistades que lo hicieron muy feliz, haciéndolo crecer en el compromiso como hombre de escucha y acción.
El enigma del oficio es una obra con el punto justo de nostalgia, que no deja de recordar a los jóvenes que hubo un tiempo no tan lejano en el que el editor gozaba de peso por encima de todas las demás áreas de una editorial con independencia absoluta frente al departamento comercial. Qué decir del primer capítulo, fuera de todo orden cronológico, «Hasta lueguiño, Domingo Villar», que nos permite cerrar 2022 con el homenaje póstumo, muy conmovedor, a uno de los escritores españoles más queridos de los últimos años y también a la editorial Siruela, que le dio, según acredita Guillermo Schavelzon, un soporte ejemplar para alcanzar el éxito.
Guillermo Schavelzon
Trama Editorial
2022
304
26 €