Aunque no me gusta el fútbol tengo que reconocer que levanta pasiones. Pasiones, como todo en la vida, de distintos grados. Pasiones millonarias, como los contratos de los jugadores y toda la industria que gira alrededor de este deporte, pasiones corruptas como el escándalo acontecido este verano en la Real Federación Española de Fútbol por su expresidente, acusado de apropiación indebida, falsedad documental y por amañar partidos a nivel internacional en beneficio propio; pero también pasiones de superación al límite de la supervivencia, pasiones que pueden cohesionar a una comunidad o a un pueblo y promocionar valores y derechos sociales. Me lo contaba el otro día un amigo gambiano, del Sindicato Mantero y la Asociación Sin Papeles, cuya pasión por el fútbol le ha llevado a ser entrenador de varios equipos de niños y jóvenes de su barrio, que tienen por nombre Dragones de Lavapiés.
La pasión de mi amigo por el fútbol empezó en su país desde muy pequeño cuando, con otros niños, convertían papeles y plásticos en balones de fútbol, marcaban la portería con ramas y palos y sus pies descalzos se disputaban la pelota. Cuando fue creciendo, convencido de que el fútbol favorecía la convivencia entre los jóvenes de su pueblo y les hacía sentirse orgullosos de su identidad, su historia y sus valores culturales, se convirtió en entrenador de varios equipos y en organizador de ligas deportivas.
Por eso, cuando decidió migrar a España, muchos de sus vecinos y vecinas lo vivieron como una gran pérdida. Pero Babou –que así se llama mi amigo–, en medio de las dificultades de su vida en su periplo migratorio, se mantiene fiel a su compromiso de promocionar el fútbol en su pueblo como una forma de apoyar la educación de los niños y los jóvenes, y a ello dedica también parte de su tiempo. Recientemente ha hermanado a los Dragones de Lavapiés con los Dragones de Keur Nabou Indity y, desde su trabajo actual como camarero, aprovecha su relación con los clientes de confianza para buscar espónsor y que así los niños de su pueblo y los de alrededor no vuelvan a jugar nunca más descalzos ni con balones de papel.