Pasemos de la sociedad del egoísmo a la del cuidado - Alfa y Omega

Pasemos de la sociedad del egoísmo a la del cuidado

El Gobierno italiano ha escuchado la propuesta de la Iglesia y ha aceptado que el modelo estaba obsoleto y desperdiciaba recursos

Alfa y Omega

Además de Ucrania, esta semana en Alfa y Omega alertamos en varias páginas de la importancia del buen cuidado de nuestros mayores. Lo que invirtamos hoy en pensamiento, dedicación, innovación y respeto a la ancianidad, se volverá a nuestro favor en el presente, porque nuestra sociedad será la del cuidado y no la del egoísmo, y en el futuro, en el atardecer de nuestras vidas. Llena de orgullo ver a estos jóvenes, premiados por Cruz Roja, que dedican su tiempo e inteligencia para crear una ducha en la que las personas dependientes puedan asearse solas. Y se sientan seguras y cuidadas. Estos pequeños pasos individuales son el reflejo de una intuición que, en Italia, ya se ha elevado a nivel gubernamental. Ha venido el arzobispo Paglia a España para contárnoslo. El presidente de la Pontificia Academia para la Vida nos ha presentado su proyecto para atender a los mayores en sus casas a través de una legislación que prevé una atención domiciliaria sociosanitaria y favorecer el cohousing, es decir, que los ancianos se unan para vivir juntos y estén atendidos y acompañados. El Gobierno italiano ha escuchado la voz y la propuesta de la Iglesia y ha aceptado que el modelo estaba obsoleto y desperdiciaba recursos. En España damos pasos incipientes: ya hay pueblos en los que se van juntando mayores y se mejoran los modelos residenciales, pero no es suficiente y el cambio es demasiado lento. Centramos las inversiones en estirar la vida a través de la salud y la estética, pero, como dice Paglia, no buscamos el motivo. Queremos vivir más, pero, ¿para hacer qué? Sin redes familiares, no pocas veces olvidados por hijos y nietos, que tienen sus propias vidas; sin motivaciones para mantenerse en forma; con un planeta cada vez más maltratado y con el peso de ser una carga, los ancianos —todos lo seremos, si Dios quiere— ven cómo sus días están abocados a un sinsentido que favorece la enfermedad y la tristeza. Hay soluciones. Italia lo sabe. España, ya, también.