Parolin en el Líbano: «Juntos, reconstruiremos Beirut» - Alfa y Omega

Parolin en el Líbano: «Juntos, reconstruiremos Beirut»

El secretario de Estado del Vaticano concluye este viernes su visita al Líbano en la jornada de ayuno y oración convocada por el Papa por este país. Además de intentar insistentemente alimentar la esperanza de los libaneses con sus constantes «no estáis solos», el brazo derecho de Francisco ha pedido diálogo, cambios políticos para un mejor gobierno, que se mantenga la identidad de convivencia étnica y religiosa del Líbano y un especial esfuerzo por los jóvenes

María Martínez López
El cardenal Parolin con el presidente libanés, Michael Aoun
El cardenal Parolin con el presidente libanés, Michael Aoun. Foto: Gobierno del Líbano.

El 4 de agosto, la explosión de 2.750 toneladas de nitrato de amonio sacudieron Beirut con una fuerza devastadora. 220 personas perdieron la vida, y los heridos subieron a los 6.000. 300.000 personas perdieron su hogar. Un mes después, cristianos y otros creyentes de todo el mundo se han unido en el ayuno y la oración para pedir que este país pueda levantarse y salir de las múltiples crisis que lo atenazan.

El secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, ha sido el mensajero que ha llevado a la maltrecha capital, de parte del Papa Francisco, un mensaje de esperanza: «Juntos reconstruiremos Beirut», como aseguró el jueves en el santuario mariano de Harissa, poco después de llegar al país. A estas palabras iba unido un «no estáis solos» que ha repetido insistentemente en todos sus encuentros, y con el que pretendía dar consuelo y ánimo a una población que se siente «abrumada, exhausta y frustrada».

«Con la ayuda de los amigos»

No se trata solo de la cercanía de la Iglesia. Solo dos días después de la visita del presidente francés Emmanuel Macron, Parolin se presentó también como portavoz de la comunidad internacional. «El mundo entero se solidariza con vosotros», afirmó en Harissa. Los libaneses reconstruirán el país «con la ayuda de sus amigos», subrayó en otro momento de la misma, aludiendo al apoyo «espiritual, moral y económico».

Las palabras del máximo responsable de la diplomacia del Vaticano van más allá de dar ánimos al país en un momento puntual en el que, a la crisis política y económica se suma la pandemia de COVID-19 y, como gota que colmó el vaso, la explosión de Beirut y la consiguiente dimisión del Gobierno formado en enero. De hecho, sus palabras parecían hacerse eco de las del patriarca maronita Bechara Boutros Raï, cada vez más abiertamente crítico con las autoridades.

«Preservar la identidad»

Ya el 12 de julio, el líder de esta iglesia católica oriental denunció que hubiera en el país personas que «lo aíslen de las naciones y pueblos hermanos y amigos», y criticó que «una mayoría juegue con la Constitución, el pacto nacional y la ley, o con el modelo de civilización del país».

En su encuentro del viernes con el presidente libanés (que por ley debe ser cristiano maronita), Michel Aoun, el secretario de Estado del Vaticano, además de pedir que se haga justicia tras las explosiones, ha animado a «preservar la identidad del Líbano». Y ha cifrado esta en la convivencia de cristianos y musulmanes, «sin entrar en los conflictos» regionales.

Llamada al diálogo

El mundo, y también Oriente Medio, necesitan «un ejemplo de que es posible vivir juntos. Y este lo es». Horas antes, durante el encuentro con líderes religiosos en la catedral maronita de San Jorge –uno del centenar de edificios eclesiales afectados por la explosión– insistió en que «el mundo necesita la experiencia única del Líbano en cuestiones de solidaridad y libertad».

Por eso ha renovado el viernes su llamada al presidente Aoun a promover el diálogo, «único medio para cooperar y garantizar un futuro mejor». Este, en respuesta, ha agradecido «el amor especial del Papa» por su país, con el que la Iglesia guarda «una relación especial».

El cardenal Parolin en el monasterio maronita de San Jorge
El cardenal Parolin en el monasterio maronita de San Jorge. Foto: Wael Hamzeh / EPA.

A los líderes religiosos: «Luchad por un Gobierno mejor»

En las otras citas del viaje se mostró aún con más claridad que en la agenda del secretario de Estado vaticano no estaba solo una visita humanitaria. Con los líderes religiosos reunidos en la catedral de San Jorge compartió su esperanza de que el sufrimiento «nos ayude a purificar nuestras intenciones y reforzar nuestra determinación a convivir en paz y dignidad».

Como consecuencia, los invitó a «luchar por un Gobierno mejor que favorezca la responsabilidad, la transparencia y la responsabilidad» y a promover «una ciudadanía inclusiva basada en el respeto a los derechos y deberes fundamentales». Poco después, en el santuario de Harissa, pidió «un nuevo enfoque sobre la gestión de la cosa pública», con una particular atención al bien común y construido sobre las bases del respeto a las leyes, el cumplimiento del deber, la transparencia y la responsabilidad colectiva».

Mensaje a los jóvenes

En ambos encuentros, también los jóvenes ocuparon un lugar importante en las inquietudes del secretario de Estado. En Harissa, repitiendo las palabras del Papa el miércoles anterior al anunciar la jornada de ayuno y oración por el país, los exhortó a «tener ánimo, que la fe y la oración sean vuestra fuerza. No renunciéis a vuestros hogares y a vuestra herencia, no rompáis los sueños de quienes creían en el futuro de un país hermoso y próspero».

También reconoció el efecto negativo que puede tener a veces cuando se habla de la «proverbial resiliencia del Líbano», pues muchos miembros de las nuevas generaciones asocian esta alabanza a un recurso fácil, que invita a «no exigir que se rindan cuentas» y a la «impunidad».

Antes, el cardenal animó especialmente a los líderes religiosos a «insistir ante los políticos» para que se promuevan medidas que respondan al talento y las aspiraciones de los jóvenes. La Iglesia ya está haciendo su parte, con la puesta en marcha por parte de la comunidad maronita de un Pacto Educativo Nacional Global que tiene como objetivo custodiar y acompañar a las nuevas generaciones para preservar todo lo bueno del movimiento ciudadano que ha alimentado las protestas sociales de los últimos meses.

«Cualquier vía para una vida mejor»

El franciscano Firas Lufti, responsable de la Custodia de Tierra Santa en Siria, el Líbano y Jordania y superior de la comunidad de Gemmaizé de Beirut, explica a Alfa y Omegaque los jóvenes son, junto con las familias, uno de los grupos más afectados por la crisis económica que azota el país desde hace tiempo. «El paro ha aumentado dramáticamente, con muchas profesiones y empresas cerradas o despidiendo a trabajadores».

Quienes conservan su trabajo, se enfrentan a la reducción de los sueldos. «Las familias apenas pueden sobrevivir». Para los jóvenes, esto supone un obstáculo casi insalvable a la hora de pensar en formar una familia. Y, por ello, muchos «recurren a cualquier vía para buscar una vida mejor y más estable». La situación «es el resultado de décadas de corrupción, nepotismo, negligencia, robos, tráfico y blanqueo de capitales y la larga guerra de 1975 a 1990. Los libaneses piden un cambio radical que se aleje de las divisiones sectarias e intereses personales de la clase corrupta», asegura el franciscano.

Ya antes de la explosión del puerto, su comunidad puso en marcha un centro para ayudar a las familias. Pero ahora la presión ha aumentado mucho, con cientos de hogares que dependen de ellos para conseguir comida, productos de higiene o atención médica. «También estamos preparando un programa de apoyo psicológico para los niños y las familias traumatizados por la explosión, y que ahora viven en condiciones muy duras» y marcadas por «una gran incertidumbre y desesperación».

El dolor, una oportunidad

Otra de sus prioridades es el acompañamiento espiritual. Por eso, a pesar de las restricciones por la pandemia de COVID-19, este verano no se han interrumpido las celebraciones. Es necesario dar esperanza a la población. Después de pasar nueve años en Siria, donde Alfa y Omega ya tuvo ocasión de hablar con él, fray Lufti está convencido de que «hay un nuevo nacimiento después de este doloroso parto».

«El dolor puede convertirse en una oportunidad para construir una vida mejor con buena voluntad, cooperación, solidaridad internacional y una gestión honrada y seria», concluye.