«No me habéis elegido vosotros a mí, sino que he sido yo quien os he elegido a vosotros, para que vayáis y deis fruto». Es la cita del evangelio de san Juan que Rubén Pérez Ayala eligió para el recordatorio de su ordenación presbiteral que recibió el 20 de junio de 2020 de manos de don Carlos Osoro Sierra junto con 21 nuevos presbíteros más. Uno de ellos, el sacerdote Gabriel Gil: amigo, hermano en la fe y compañero en el Seminario diocesano misionero Redemptoris Mater de Madrid; en el que entraron juntos, allá por octubre de 2010, ambos de Madrid aunque de diferentes parroquias, y afines desde el principio.
«Quien tiene un amigo tiene un tesoro», citando el Eclesiástico, así define Gabriel Gil a su gran amigo Rubén, del que pudo despedirse minutos antes de morir en la UCI junto a sus padres y hermanos, habiendo recibido la Santa Unción y la Indulgencia Plenaria de manos de su hermano Pablo, también sacerdote. Mientras Rubén se iba apagando, rezaban; y Gabriel siente que les escuchaba, ya que en un momento determinado cayó una lágrima del ojo de Rubén y su madre la secó de su mejilla. Para Gabriel ha sido curativo y un regalo el poder decirle adiós así a su amigo y compañero. Justo siete meses antes entraban juntos en procesión en la Catedral de la Almudena. Y tras la trágica explosión del 20 de enero de 2021 en la parroquia de la Virgen de la Paloma y San Pedro el Real, murió Rubén junto con otras 3 víctimas. Entre ellas, David, el otro gran amigo de Rubén, casado y con 4 hijos, hermano de comunidad y compañero de fatigas en la parroquia. Y además dos viandantes: Javier, un trabajador de la zona, y el búlgaro Stefko.
«Rubén ha sido un amigo donde se han juntado la fe, la amistad y también la elección a la vocación a que Dios nos ha llamado: a ser presbíteros. Y hemos vivido este camino juntos, 10 años. Han sido momentos de comunión, de gracia, de libertad, también de sufrir juntos, de poder hablar y desahogarnos el uno con el otro…». Media hora antes de la explosión, Gabriel y Rubén hablaron por teléfono, como de costumbre, y Rubén le dijo: «Me ha tocado esa forma de morir», refiriéndose al martirio de San Sebastián que se celebraba ese día. Gabriel le comenta que San Ambrosio dice en la lectura del Oficio de Lecturas de ese día: «Cuanta más lucha, más corona». «Dios estaba preparando la corona para su partida regalándole escuchar esa palabra horas antes del trágico accidente. Ahora tenemos una amistad celeste», sentencia Gabriel.
«Dios le ha concedido a Rubén 7 meses fecundos de ministerio sacerdotal —dice Gabriel— donde yo he visto que Dios le ha hecho testigo de la resurrección, le ha dado capacidad de sufrir, le ha dado una gran humildad, conocimiento muy grande de sí mismo, y ha hecho una misión inmensa estando cerca de los más débiles con una gran cercanía, naturalidad y sencillez», afirma Gil, «y cumpliéndose el lema que Rubén eligió para su ordenación».
Ministerio fecundo que comenzó como diácono desde un lugar escondido. Durante los meses de confinamiento, los sacerdotes de La Paloma retransmitían las celebraciones por YouTube, y salían a cantar como misión evangelizadora y animadora en esos duros momentos. Y Rubén era el que hacía posible que todo saliera bien, que las cámaras enfocaran, el sonido, internet… pero ese ministerio silencioso ya está fructificando hasta en las redes: la homilía de Rubén de su primera Misa ha sido visualizada más de 120 mil veces, y el funeral presidido por su hermano Pablo lleva casi 200 mil visualizaciones en YouTube. Para que vayáis y deis fruto.