«Para mí, la clase de Religión es un puntazo»
Más de dos millones de alumnos de centros públicos han elegido cursar este año la asignatura de Religión católica. ¿Qué lleva a un adolescente a elegir estudiar, hacer trabajos y examinarse, en un entorno en el que está en minoría, y cuando hasta este curso la alternativa era no hacer nada? La mejor respuesta la dan los expertos: los alumnos. Por ejemplo, Anthony, Alba, Adrián, Daniela y el resto de sus compañeros de 2º y 3º de la ESO del IES Severo Ochoa, de Madrid
La presencia de un periodista en el aula es tan poco frecuente que a Paula, a Lucía y a Jorge se les escapa un profe para referirse a él. Ellos no lo saben, pero si Alfa y Omega está lanzándoles preguntas es porque son lo que los medios llaman «el rostro de la noticia», las vidas que hay tras los datos. Definitivamente, no es lo mismo decir que en España hay más de dos millones de estudiantes de centros públicos que cursan Religión católica –el 51,9 % del total–, o saber que más de 380.000 alumnos de la ESO optan libremente por esta materia en la escuela estatal, que escuchar a Luis, a sus 13 años, decir que «la clase de Reli mola; da cultura y enseña cosas que me ayudan para la vida».
Cosas importantes, de verdad
Mientras las familias de toda España deciden estos días si van a matricular a sus hijos el próximo curso en esta materia, los alumnos de Religión de 2º y 3º de la ESO del Instituto de Educación Secundaria Severo Ochoa, en la localidad madrileña de Alcobendas, explican por qué ellos tienen claro que quieren repetir: «Con esta asignatura aprendemos cosas importantes, pero de verdad. Aprendemos cultura, Historia, arte, simbología religiosa…, pero también valores que te van ayudando a ser mejor, nos hacen pensar en los porqués de las cosas, y nos ayudan a empatizar con los demás». La frase lleva la rúbrica de Alba, de 3º. Y Paula, su compañera, completa la idea al explicar que «no sólo hablamos de la vida de Jesús –a ver, que eso también, matiza Aroa desde otro pupitre–; sobre todo aprendemos cuestiones que nos ayudan a plantearnos cómo queremos ser, qué actitudes están detrás de las formas de vivir en la sociedad…, esas cosas».
Ante todo, libertad
Si algo molesta a un adolescente es que alguien quiera cercenar su libertad. Por eso, Alicia, de 2º, explica por qué agradece el hecho de que nadie le imponga ser creyente para ir a clase: «Yo no creo en Dios –Yo tampoco… Ni yo…, Yo, medio, medio, se oye de fondo–, pero vengo porque me dan cultura y aprendo cosas que me gustan. Esta clase es optativa, el que quiere, la estudia, y el que no, no. Si los políticos o alguien no quiere Religión, que no vaya, pero que no nos obliguen a todos a pensar igual. Vamos, digo yo». Anthony, de 3º, también lo dice, con otras palabras: «Esto no es catequesis. No rezamos. No es como ir a misa. En catequesis, te preparas para un sacramento; aquí hablamos de otras religiones, nos explican el cristianismo, nos hacen reflexionar. La clase de Religión es un puntazo. Si la gente no viene es porque no la conocen, pero aquí no te obligan a nada».
«Hombre, a estudiar sí –apunta Nacho–, porque trabajamos un montón: cada vez que vamos de excursión nos mandan un trabajo de 20 páginas, tenemos exámenes, hay que estudiar…, y el resto, en esta hora, no hacen nada».
Daniela, de 2º, sí cree en Dios. De hecho, aunque tiene 14 años se está preparando para recibir la Comunión. Por eso, sabe que «estudiar Religión sirve para estar más preparado para la vida. Si tienes más cultura, puedes escoger; si estudias las religiones, puedes elegir. Creer en Dios no es malo. No somos raros». Y concluye dejando en el aire una pregunta que merecería la respuesta de más de un líder político, sindical y educativo: «Porque, a ver, si la religión está en la sociedad y tiene que ver con la vida y la cultura, ¿por qué no vamos a estudiarla?».