«Para los poderosos los pobres son seres sin alma»
Las grandes azucareras de República Dominicana, uno de los mayores productores del mundo, han creado un imperio a costa de la expulsión de los campesinos de sus tierras y del empleo de mano de obra esclava. Lo documenta un informe de la ONG dominica Selvas Amazónicas
Un jesuita con una gran brecha en la frente –tuvieron que darle diez puntos–. Una religiosa dominica llevada brutalmente en volandas por los antidisturbios. Son algunas de las imágenes de brutalidad policial que han conmocionado a la opinión pública de la República Dominicana.
«Nos arrastraron, nos golpearon, nos trataron como animales. Pero estas son las situaciones que continuamente sufren los campesinos en el campo. Ahora ha ocurrido en la capital y a plena luz del día, y por eso la gente ha podido verlo», cuenta a Alfa y Omega la mujer, Marisa Toribio, misionera valenciana que lleva cerca de 25 años en el país.
Los hechos sucedieron el domingo 17 de noviembre. Solo unos días antes se había producido una carga policial contra los conocidos como los peregrinos de El Seibo, pero sucedió a las dos de la madrugada, así que no hubo testigos de la violenta dispersión de los representantes de cerca de 600 familias expulsadas de sus casas por las dos principales compañías azucareras, la Central Romana (con sede en Miami) y el Grupo Vincini, propiedad de una poderosa familia de origen italiano.
El 21 de octubre partió una marcha desde la provincia de El Seibo hasta la capital, para exigir al presidente, Danilo Medina, que cumpla su palabra de encontrar una solución, y denunciar el encarcelamiento de decenas de campesinos o el asesinato el pasado fin de semana de un niño de 12 años por sicarios de los terratenientes.
En la marcha participó el dominico asturiano Miguel Ángel Gullón, que este miércoles presentó en Madrid el informe Flores de dignidad en tierra de sangre, de la ONG dominica Selvas Amazónicas. Su objetivo –dice en conversación con este semanario– es dar visibilidad a la continua vulneración de derechos humanos en El Seibo, donde se concentra el 70 % del lucrativo negocio del azúcar en el país. El porcentaje coincide con la porción de la superficie de esta provincia en propiedad de la Central Romana, que desde hace más de 100 años ha ido acaparando tierras, con la complicidad de las autoridades, mediante tretas legales o directamente por la fuerza.
Los dominicos y dominicas se han implicado a fondo en una lucha, dice Gullón, en la que existen claras analogías con «situaciones de hace 500 años durante la colonización, como las que la primera comunidad dominica denunció aquí. He pensado muchas veces en Bartolomé de las Casas y en la polémica sobre si los indios tenían alma al escuchar los relatos de familias expulsadas a punta de pistola de sus casas. Les tratan peor que a animales; los poderosos siguen considerando que los pobres son seres sin alma».