Papa Francisco: «Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar»
Relata su operación de pulmón y los meses al borde de la muerte en el libro Soñemos juntos
En el marco de la pandemia, el Papa Francisco ha relatado por primera vez en detalle los dos meses que pasó entre la vida y la muerte, cuando tenía 21 años, debido a una grave infección pulmonar que obligó a extirparle el lóbulo superior del pulmón derecho.
En su nuevo libro Soñemos juntos, el Papa relata que en agosto de 1957, al comienzo de la infección, «me sacaron un litro y medio de agua del pulmón, y ahí me quedé peleando por vivir», se puede leer en el diario ABC.
No fue suficiente para controlar la enfermedad y, según recuerda, «durante meses no sabía quién era y si me moría o no. Ni los médicos sabían si iba a sobrevivir. Me acuerdo que un día le pregunté a mi madre, abrazándola, si me iba a morir».
Al cabo de tres meses, continúa el Papa, «me operan para quitarme el lóbulo superior derecho de uno de los pulmones. Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador».
Jorge Bergoglio cursaba entonces el segundo año en el seminario de Buenos Aires. Ahora reconoce que «la enfermedad grave que viví me enseñó a depender de la bondad y la sabiduría de los demás. Mis compañeros seminaristas venían a donar sangre, a visitarme y a acompañarme, noche tras noche, en esa difícil situación. Esas cosas no se olvidan».
Las lecciones de aquel período durísimo llegan hasta hoy: «¿Cómo salí de ese ‘Covid’? Salí́ más realista, salí mejor. Me dio espacio para repensar mi vocación».
Además, «aprendí otra cosa de esa experiencia: la importancia de evitar la consolación barata. La gente me visitaba y me decía que iba a estar bien, que con todo ese dolor nunca iba a tener que sufrir de nuevo».
Eran, según recuerda, «tonterías, palabras vacías que se decían con buenas intenciones pero que nunca me tocaron el corazón. Después de esa experiencia, tomé la decisión de hablar lo menos posible cuando visito a enfermos. Solo los tomo de la mano».
El Papa renueva su agradecimiento a la enfermera jefe que ordenó duplicar «la dosis de los medicamentos indicados –básicamente penicilina y estreptomicina– porque su experiencia le decía que me estaba muriendo. La hermana Cornelia Caraglio me salvó la vida».
Según Francisco, «gracias a su contacto habitual con enfermos sabía mejor que el médico lo que los pacientes necesitaban, y tuvo el coraje de utilizar esa experiencia. Otra enfermera, Micaela, hizo lo mismo cuando tenía un dolor intenso. Me daba en secreto dosis extra de los calmantes, por fuera de los horarios estipulados».
En el libro, que responde a preguntas de su principal biógrafo Austen Ivereigh en numerosas conversaciones durante el confinamiento, el Papa manifiesta que «tuve tres ‘situaciones Covid’ en mi propia vida: la enfermedad, Alemania y Córdoba».
La de Alemania, en 1986, fue su estancia en Frankfurt para trabajar en una tesis doctoral sobre Romano Guardini que no llegaría a terminar.
Su tercer «confinamiento» tuvo lugar «cuando me mandaron a Córdoba (Argentina) entre 1990 y 1992. Este tiempo tuvo su raíz en mi modo de conducir (gobernar), primero como provincial y después como rector. Seguramente alguna cosa buena hice, pero a veces era muy duro. En Córdoba me pasaron la boleta (factura) y tenían razón».
Fue un aislamiento muy largo: «Pasé un año, diez meses y trece días en esa residencia jesuita. Celebraba la Misa, confesaba y ofrecía dirección espiritual, pero no salía para nada, solamente cuando tenía que ir al correo. Fue una especie de cuarentena, de aislamiento, como tantos hemos hecho en estos meses, y me hizo bien. Me llevó a madurar ideas: escribí y recé mucho».