Papa Francisco: «¡Los chismes también pueden matar!»
También las «palabras matan»; «los chismes también pueden matar, ¡porque matan la reputación de las personas! ¡Es muy feo chismorrear!», dijo el Papa durante el rezo dominical del Ángelus. Francisco volvió sobre uno tema muy habitual en sus predicaciones en la capilla de Santa Marta, las habladurías, que llenan «el corazón de amargura» y «nos envenenan»
En un domingo sereno y soleado en Roma, el Papa comentó ante más de cincuenta mil files y peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro el Evangelio del día, sobre la actitud de Jesús con respecto a la Ley judía. Jesús no ha venido a anular los mandamientos de Moisés, sino a llevarlos a su plenitud, a una observancia más auténtica, que puede resumirse en amar al prójimo, explicó el Papa. Por eso, adquiere gran importancia la intención tras los actos, el corazón del hombre, donde se originan nuestras acciones, buenas o malas.
En ese contexto, Francisco reiteró que el No matarás se refiere también a hablar mal del otro. «Cuando se dice que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué quiere decir? Que sus palabras matan», dijo el Papa. «Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia. Ni hablar mal de él, porque llegamos a las habladurías: los chismes también pueden matar, ¡porque matan la reputación de las personas! ¡Es muy feo chismorrear!».
Queridos hermanos y hermanas buenos días:
El Evangelio de este domingo forma parte todavía del llamado Sermón de la Montaña, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús con respecto a la Ley judía. Él dice: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mateo 5, 17). Así que Jesús no quiere cancelar los mandamientos que el Señor dio por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. E inmediatamente después añade que este «cumplimiento» de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Y de hecho dice a sus discípulos: «Os aseguro que si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 05, 20).
¿Pero qué significa este «pleno cumplimiento» de la ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? El mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos. Porque Jesús era un hombre práctico, hablaba siempre con ejemplos para hacerse entender. Comienza desde el quinto mandamiento del Decálogo: «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; pero yo os digo que todo aquel que se enoja contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal». (vv. 21-22). Con esto, Jesús nos recuerda que ¡también las palabras pueden matar, ¿eh? Cuando se dice que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué quiere decir? Que sus palabras matan. Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia. Ni hablar mal de él, porque llegamos a las habladurías: los chismes también pueden matar, ¡porque matan la reputación de las personas! ¡Es muy feo chismorrear! Al principio puede incluso parecer incluso una cosa agradable, incluso divertida, como si fuera un caramelo. Pero al final, nos llena el corazón de amargura, nos envenena también a nosotros. Pero les digo la verdad, ¿eh? Estoy convencido de que si cada uno de nosotros hiciera el propósito de evitar los chismes, ¡con el tiempo se convertiría en un santo! Éste es un hermoso camino. ¿Queremos llegar a ser santos, si o no? (Síiiiii) ¿Queremos vivir parloteando como de costumbre, si o no? (Noooo). Entonces estamos de acuerdo: ¡basta con los chismes!
Jesús propone a los que siguen la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer la paz con el prójimo. Y dice así: «Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano». (vv. 23-24). Por esto estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
De todo esto queda claro que Jesús no da importancia sólo a la observancia disciplinar y a la conducta externa. Él va a la raíz de la Ley, centrándose especialmente en la intención y por tanto en el corazón humano, donde se originan nuestras acciones buenas o malas. Para obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se pueden recibir gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.
A la luz de esta enseñanza, todos los mandamientos revelan su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.
Saludo con afecto a todos los romanos y los peregrinos presentes, las familias, las parroquias, los jóvenes de tantos países del mundo. En particular saludo a los numerosos fieles de la República Checa, que han acompañado a sus obispos en la visita ad limina; y aquellos españoles provenientes de las Diócesis de Orihuela-Alicante, Jerez de la Frontera, Cádiz y Ceuta.
Saludo a los grupos parroquiales de Calenzano, Aversa y Nápoles; aquellos de Santa María Regina Pacis en Ostia y de Sant’ Andrea Avellino en Roma; como también el Movimiento Juvenil Guanelliano, los muchachos del Movimiento Arcobaleno de Módena y la Coral Santo Stefano de Caorle.
Saludo también al grupo de militares italianos.
¡A todos les auguro un buen domingo y un buen almuerzo! ¡Hasta la vista!