Pánico por volver a Marruecos
La sentencia de Estrasburgo de avalar la devolución en caliente de dos hombres en Melilla «no legitima las devoluciones sumarias», pero tiene elementos preocupantes, como asegurar que hay opciones de acceso por vías legales. «Somos testigos de que los subsaharianos no pueden llegar hasta la oficina de asilo de la frontera», señalan desde el SJM
Era un día de Navidad. Mamadou salió con otras seis personas desde el monte Gurugú. Tardaron tres días en recorrer los escasos kilómetros que les separaban del punto elegido en la valla; tenían que moverse a escondidas, sin que nadie los detectara. Llegaron el día 23, intentaron saltar, pero las Fuerzas de Seguridad marroquíes se lo impidieron. Día y medio escondidos de nuevo, para intentar cruzar por segunda vez.
El salto fue como todos los saltos. Había que hacerlo en poco más de dos minutos, pertrechados con tuercas en las botas y garfios en las manos. Para rebasar el primer foso, en suelo marroquí, es preciso ir en grupo, sobre todo para alzarse en los hombros del compañero o para que otro te coja la mano desde arriba. Mamadou no fue de los primeros en saltar. Desde el suelo, vio cómo las concertinas teñían de rojo la ropa de sus compañeros.
Era su turno. Se accidentó en lo alto de la última valla. Se resbaló y cayó de pie desde lo alto, cinco o seis metros. Se rompió ambos tobillos, pero como pudo se arrastró hasta un arbusto donde estuvo siete horas, esperando a que la Guardia Civil y la Policía despejasen la zona. Tuvo que descalzarse, los pies estaban tan hinchados que no cabían en las botas. Una cámara de vigilancia le localizó y 15 policías fueron a por él.
Cuenta el informe Sacar del laberinto, del Servicio Jesuita a Migrantes, que le obligaron a levantarse, «a pesar de ver el estado de sus pies». Aunque el burkinés trató de hacer comprender que no podía, «le pegaron una bofetada, como si estuviese resistiéndose a las órdenes». «Cuando se dieron cuenta de que no podía andar, le metieron en un vehículo de la Policía» y le llevaron hasta una puerta en la valla. Volvió a suelo marroquí, aunque no fue inmediato. Las Fuerzas de Seguridad de Marruecos se resistían a readmitirlo.
Finalmente le llevaron al hospital de Nador y allí estuvo varios meses convaleciente. «Procedía llevar a Mamadou al hospital en Melilla. A continuación debía habérsele identificado, preguntándole si tenía motivos para solicitar protección internacional en España —con la ayuda de un intérprete y asistencia letrada—. También para que comprendiera que estaba en un procedimiento de devolución. Pero no se hizo así», denuncian desde el SJM.
La reciente sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo de avalar la devolución en caliente por parte de España de dos hombres que participaron en un salto de la valla de Melilla, trae a colación la historia de Mamadou. Y de otros cientos como él. La sentencia ha generado intranquilidad en las organizaciones de defensa de derechos humanos que trabajan en la frontera sur, entre ellas la Red Migrantes con Derechos, formada por varias instituciones eclesiales.
La decisión del tribunal establece que España no vulneró los derechos de estos hombres al ser entregados a las autoridades marroquíes inmediatamente después de pisar España, sin ser escuchados ni poder pedir asilo. «Esta sentencia es un fallo doloroso para los demandantes y para las entidades que abogamos por las garantías de los derechos humanos», asegura María Vieyra, abogada del SJM en Melilla. Pero, añade, «sería un error pensar que legitima las devoluciones sumarias».
Eso sí, en el fallo se encuentran «elementos preocupantes», añade Vieyra. «El tribunal estima que los chicos no probaron que fuese imposible acceder a España por la vía legal». Hay dos formas de acceder a estas vías legales: llegar hasta la Oficina de Asilo y Refugio que hay en el paso fronterizo de Beni Ensar, o a través de la embajada o los consulados. «Nosotros somos testigos de que las personas de origen subsahariano no pueden pasar los puestos de control marroquíes para llegar a Beni Ensar. Las Fuerzas de Seguridad se lo impiden, usando la fuerza». Además, asegura la abogada, «tampoco es cierto que en embajada y consulados se pueda pedir protección internacional. La falta de reglamento que desarrolla precisamente la ley de asilo vacía de contenido esta previsión legal».
También «hay cuestiones positivas en la sentencia». Por ejemplo, «reconoce que los demandantes están en territorio español, por lo que debería aplicarse el ordenamiento jurídico español en lo que respecta a derechos humanos». Aún así, para Vieyra, «todo procedimiento de devolución en frontera ha de respetar garantías mínimas». Por ejemplo, «la identificación individual, a efecto de conocer las circunstancias personales», «dar la posibilidad de pedir protección si eres un solicitante de asilo, un menor o una víctima de trata», o «poder recurrir la decisión administrativa de la expulsión forzosa en un juzgado».
Cambio de ruta
Casi todo Mali es zona de conflicto. Sus habitantes podrían solicitar protección internacional en cualquier país. De hecho, ACNUR, en 2019, hizo un llamamiento a los estados a no retornar forzosamente a los malienses. Pero a Ibrahima, maliense de 15 años, apedreado mientras saltaba la valla que logró cruzar, lo encontraron en una zanja horas después. «No le preguntaron la edad, ni si quería pedir protección», asegura el informe Sacar del laberinto. «Le llevaron de vuelta a Marruecos por un portillo». Las Fuerzas Auxiliares del país norteafricano «la emprendieron con él a bastonazos».
Malik también entró por primera vez en Melilla con 15 años. Su salto fue limpio: ni heridas ni Policía. Pero a los pocos días fue capturado y, al decir su edad, enviado al hospital para la prueba ósea de determinación de edad. «El radiólogo aseguró que era mayor de edad», cuentan desde el SJM. Tras pasar por varios centros de detención, fue devuelto a Mali, en plena guerra.
«Las personas que intentan saltar la valla es porque no tienen acceso a otras vías. Si lo tuvieran, no pondrían en peligro su vida», asegura Fernando Moreno, delegado de Cáritas Interparroquial de Melilla. «La sentencia de Estrasburgo, aunque no avale las devoluciones en caliente, ha generado inseguridad», explica. «Están cambiando la ruta a otras opciones más peligrosas como son los cayucos».
Marque o no la sentencia un antes y un después, Moreno tiene clara una cosa: «Yo he visto a gente con depresión y ansiedad por no querer volver a Marruecos. Tienen pánico».